UN MINUTO CON MI MADRE 365 palabras
Una tarde, entre risas y botellas,
En la tienda del pueblo me encontraba
Creyéndome entre púdicas doncellas,
El licor de los vasos, yo, libaba.
¡Brindo por el cantar de aquellas aves!
Que llegan hasta mí con sus gorjeos,
Que inspiran mis eternos madrigales
Cuando apuro la copa del deseo.
Así dijo un bohemio, rebozando
De cálida alegría, floreciente:
Brindo, dijo otro que al instante,
Perfumó con alcohol todo el ambiente.
Por la vida que nos llena el alma,
Por la diosa que vive en mis ensueños,
Que ruge el corazón del mar en calma,
Porque llegue de su amor ha ser su dueño.
Brindo, dijo una de las damas,
Por el hombre que hoy me hace feliz,
Por aquél que me llevó ha la fama
Y el soplo del amor me hizo sentir.
Se brindó por todas las cosas bellas,
Por el hombre, la mujer, por el amor,
Por el sol, la luna, las estrellas,
Por el canto, por las aves, por la flor.
De pronto la puerta de la estancia
Se abre y en su centro apareció,
Una anciana, con aspecto de arrogancia
Y un pedazo de pan, nos mendigó.
No hay dinero: dicen todos en coro,
Toma un trago y te pones ha bailar,
Uno de ellos, con icor bañó ha la anciana,
La pobre se inclinó para llorar.
Otro la toma por el talle con delirio,
La despoja de su sucio pañolón,
Mientras le chiflan y toman un cerillo,
Le ponen fuego a su pobre camisón.
¡Miré aquella tea humana!
Tomo mi abrigo y apago aquel hogar,
Luego descubro que aquella triste anciana,
Era mi madre, que allí fue ha mendigar.
No pude tragarme la afrenta que se hizo.
¡Saqué mi daga, a todos hice frente!
Mientras mi madre decía: perdón hijo,
Uno por uno, les daba yo la muerte.
En una mano, mi daga ensangrentada,
En la otra mi copa y yo homicida,
Estaba envuelto en crimen y pecado,
Mi madre llorando, arrepentida.
La farra, terminaba aquella tarde,
La alegría se tornó en llanto vivo,
El instante que tuve con mi madre,
Lo llevaré en mi alma, todo un siglo.
Reinaldo Barrientos G.
Rebaguz
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