Por haber sido escrita la Biblia en tiempos pre-modernos, hay que considerar cómo eran “esos tiempos”. Cómo eran las cosas, el lenguaje, las creencias, costumbres y modo de pensar, es decir, la cultura de “esos tiempos”. Así podremos interpretarlas mejor.
Dios, al inspirar las Sagradas Escrituras, se valió de personas inmersas en la cultura de su época, con todo lo acertado, limitado o equivocado que ésta tenía.
Agrego algo más: el mismo Jesús nació y creció, como todo ser humano, en un tiempo determinado, marcado por la cultura e historia de su pueblo. Conociendo mejor, entonces, la época en que vivió Jesús, podemos entender mejor lo que hizo y predicó, lo que le sucedió, y por qué le sucedió.
Es que Dios “se adapta” a nosotros. El Hijo de Dios hecho hombre lo hizo así; el Padre Dios lo hizo también al inspirar la Escritura Sagrada. En cierto modo, Dios “se somete” al modo de ser humano, con sus limitaciones, para darle salvación.
La ciencia de aquel tiempo no estaba, por supuesto, tan avanzada como hoy. Y la gente analizaba e interpretaba todas las cosas, incluida las religiosas, de acuerdo al grado del saber de entonces. Y así también las expresaban, de acuerdo a su mentalidad.
Además, la revelación divina fue progresiva y pedagógicamente entregada por Dios a lo largo de los siglos, en distintas circunstancias históricas y en etapas diversas al pueblo de Israel. Dios la adaptaba a la capacidad de la gente concreta de cada momento.
Por estos razones, podemos, pues, aclarar un poco más qué entendemos de la Biblia como “Palabra de Dios”. Y, por el momento, quiero decir algo que nos puede llamar la atención por lo novedoso que puede ser para nosotros:
El Antiguo Testamento nos comunica cómo la gente de aquel tiempo interpretaba su fe, en qué Dios creían, cómo entendían ellos a Dios. Sin que, de por sí, eso fuera lo más importante. Lo mismo podemos decir del Nuevo Testamento.
Lo más importante es el mensaje, el contenido esencial de la Biblia; lo que Dios, en el fondo, quería revelarnos, enseñarnos. Y, en ese sentido es plenamente “Palabra de Dios”.
La Biblia no pretende INFORMAR sobre datos científicos o históricos, sino FORMAR, dar mensajes de salvación.
Esos mensajes llegan a nosotros en diversos estilos literarios y mentalidades culturales, que no deben llevarnos a equívocos. Esto, en medio de debilidades, egocentrismos y limitaciones humanas, propias de esos tiempos y de las personas que la escribieron.
Hay que ponerse en los sucesos de la época, “meterse” en la mentalidad de los autores bíblicos, para ver qué mensaje querían transmitirnos a nombre del Señor, y poderlos comprender mejor.
Es lo que hacen las madres cuando sus hijos aún no pueden expresarse bien: Tratan de interpretar lo que sus hijos quieren o necesitan.
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