Me miraba con esos ojitos tan dulces que brillaban como las gotas de lluvia la mañana que la vi nacer, tan inocente, tan indefensa, tan llena de vida, cada palabra que decía me recordaba a una melodía suave y adormecedora, caminaba de esquina a esquina, parecía una persona grande. Yo la miraba, no entendía que era lo que la preocupaba tanto, me hablaba de sus amigos de la escuela, de su maestra, de mama, me decía que estaba enojada pero no me decía porque.
Era de noche y mama y papa se habían ido a una fiesta, me preocupada que Laura este tan alterada, pensé que por ahí tenía hambre o sueño, le pregunte pero decía que no, que estaba enojada y yo le preguntaba por qué, pero no me contestaba, seguía caminado por el comedor de esquina a esquina con los brazos cruzados, hasta que dejo deshacerlo , creí que se había cansado, se sentó en el suelo puso las piernas en canastita, coloco los codos sobre sus rodillas y las manos sobre su cara, tenía ganas de reírme, estaba seria, jamás la había visto así, no podía reírme estaba claro que algo le pasaba y si yo me reía no me lo iba a decir.
Se tranquilizó, me miró fijamente y me dijo” Lucia tengo un problema” ¿Qué problema podría tener una nena de siete años, un viernes a las once de la noche? Era tarde, tendría que haber estado durmiendo y sin embargo estaba despierta, faltaba una hora para que llegaran nuestros padres, yo quería que terminara con su preocupación para poder irnos a dormir de una vez. No le conteste, la mire nada más, volvió a decirlo pero esta vez mas enojada y con los ojos brillosos “Lucia tengo un problema”.- ¿Cuál?- Mi novio y mi mejor amiga ahora son novios y siempre que jugamos a la mama yo tengo que ser la tía. No soportaba la risa, formule una sonrisa y le acaricié la cabeza.- Ay, pero Laura sos muy chica para hacerte problemas por novios.- Pero vos no entendes, se comparten masitas, se regalan caramelos, se hacen dibujitos y cartas y a mí me dejan sola. Las lágrimas mojaban su carita, ya no me parecía gracioso, aunque lo era, los niños no suelen tener ese tipo de preocupaciones. La abrase por un rato y le dije: - No te preocupes, vas a tener un montón de novios y un montón de amigas mejores. Me miro y contesto: - No, yo no voy a hablarles nunca más, estoy enojada de verdad.
Nos fuimos a dormir, a la mañana siguiente cuando me levante estaba en el comedor, con su novio y su mejor amiga jugando como acostumbraban hacerlo todos los sábados.