PODER VS AUTORIDAD.
Eran los tiempos en que las familias se integraban con los vecinos en un paseo de olla al río, con sancocho de gallina, piquete y cerveza. Los roles estaban definidos: los hombres jugaban con la pelota, cazaban bichos y se iniciaban en el trago tomando cerveza; mientras las mujeres jugaban con muñecas, cocinaban, y resolvían los quehaceres domésticos…La figura de Autoridad la detentaba el Padre, como una consecuencia lógica del Poder que le confería ser el proveedor de la familia. El “Hombre” fijaba el rumbo, mujer e hijos le seguían.
Las reglas estaban claras, la estructura era sólida y la educación un sinónimo de castigo. Hacer algo “mal” era el pretexto para un grito, palmada, correazo, palazo, lo que fuera y estuviera al alcance….uff y en la escuela: igual. Los padres delegaban al maestro para que ejerciera su poder de manera concreta y sin titubeos.
También eran los tiempos en que los estudiantes (de secundaria) eran, casi siempre, más altos, fornidos y velludos que el profesor. En el recreo no se pelaban por un bon bon sino por cigarrillos; y después de clase al billar o la taberna. ¿Cómo creen que debían tratar los profesores a estos coetáneos que eran sus alumnos?
El Padre J.R dictaba las clases de religión, era una de las mejores pues el cura siempre hablaba sobre cosas de la vida, invitaba a la reflexión y el discernimiento, aunque no creo que lo logrará pues la gente aprovechaba para hacer cualquier cosa menos prestar atención. Al final del bimestre, y para justificar la nota, el cura hacía un examen, algo sencillo, producto de la reflexión personal. Aquí no había que memorizar nada sino expresar un punto de vista, “su opinión” decía él, por eso no había que vigilar para que no se hiciera copia. Salía hasta la cafetería y volvía para recoger los exámenes.
Un día en una de esas pruebas, cuando el cura volvía por las pruebas, un estudiante lanzo un escupitajo con las consecuencias de una gripe mal cuidada sobre la última hoja, justo la que daría sobre el pantalón del profesor. El cura tomo el paquete y salió con una sonrisa…en menos de tres segundos el cura entro sin sonrisa, con la cara más roja que un tomate, con los puños cerrados golpeó el escritorio y vociferó con voz de trueno. Aquel Hijue#*-Ç*^¨¿&%$•@|#&/-º|*/+]Ǩ_que tenga los pantalones… que salga conmigo hasta la cancha y arreglemos esto como hombres… … … el salón enmudeció… … … no se movía una pluma … … … ni un suspiro … … …
Con el transcurrir de los minutos el rojo de la cara del cura se fue blanqueando hasta encontrar su estado natural, el silencio se fue alejando para dar paso al susurro, el movimiento de la tapa del pupitre, una tos, cof, cof, y el Padre recobró la compostura, se disculpó con sus alumnos, se apenó y como si fuera él el causante de algún daño invitó a "los muchachos" (que no eran más de veinte) a tomar un refresco en una tienda fuera del colegio.
La alegría volvió a los estudiantes, que lejos de ser jovencitos como los de hoy, eran señores de cabello largo, con bigote, sin uniforme de colegio y con paquete de cigarrillos en el bolsillo. El cura encabezaba la marcha y los estudiantes, pasando de la vergüenza a la burla, hicieron una fila imitando los movimientos del Padre e invitando a los transeúntes a unirse al festejo “vamos que el cura esta invitando”. -Pidan lo que quieran que yo invito muchachos- dijo el cura- y nuestros alumnos (que ahora superaban los sesenta), despojados ya de toda vergüenza no solo pidieron un refresco como se les invitó, sino que aprovecharon para pedir galletas, sardinas, salchichas, bocadillos, golosinas, pan, etc, etc, etc.
La cuenta por favor: con mucho gusto Padre: son $$$$$...ggbbmm Todo eso??? Je, je, je, una risa de contención.
El cura siguió dando clases y por fortuna cada año los estudiantes eran más jóvenes hasta tener en el ultimo grado muchachitos con la edad de los que antes tenía cuando apenas iniciaban la secundaria.
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