Es como un alma nocturna que vaga libremente entre luces artificiales, que se deja traspasar por la música alocada y que baila entre los humos de alegría. Que disfruta al máximo cada uno de los placeres de esta vida. Que cada minuto, cada segundo que el destino le pone ante sus pies, los lleva hasta puntos sin límites. Que corre, salta, grita a los cuatro vientos su amor. Que regala miles de sonrisas a los miles que se le cruzan por su camino y que abre sus brazos a todo el que los quiere. Que emite las palabras justas en los momentos mas oportunos y hasta en los mas ocultos, esos en los que no esperas oírlas. Él se atreve y eso es lo que mas brilla en él. Da y no pide nada a cambio. Te deleita con los mas exquisitos sabores improvisados para permitirte acompañarlo en uno de sus momentos especiales.

Un día me contó sobre el amor y los sueños siempre posibles, me dijo que es un arrebatado y que quisiera aprender a callar de vez en cuando. Le dije que no lo hiciera, que lo suyo es una muestra continua de valor. Me dijo que no se sentía correspondido y que a veces se sentía derrotado, pero que no pararía hasta dar con el gran paredón. Me preguntó si llegar hasta allí tenía sentido, le respondí que sí. Él asintió después. Me contó que es un eterno luchador, que no se imagina con los brazos apuntando hacia el suelo, no se ve vencido.

Hoy, despues de tanto tiempo, me dijo que no podía mas... y sentí pena por él.