Tijuana BC. Marzo 2012. Con los primeros cantos de la primavera.

Existe la filosofía parda, rama que tiene la cualidad de no ser demasiado filosófica.
Se identifica con el sentido común y tiende a ver las cosas como son.
Quien practica como yo, la filosofía parda, sabe que todas las acciones buenas de la vida, tienen su contra parte negativa, y en todas las cosas malas, existe un asomo de bueno.
Sucede creo yo, que los eventos humanos, son como las hojas de los arboles, tienen anverso y reverso, delante y posterior.
Como ejemplo, puedo mencionar: Podemos aprender mucho de los lápices.
Los hay de diferentes colores.
Sólo que todos tienen que vivir en la misma caja.
Los cumpleaños son buena cosa.
Cuantos más celebras, vives más tiempo.
Algunos errores son demasiado divertidos como para cometerlos sólo una vez.
Y con estos pensamientos, llegan a mí los primeros cantos de la primavera, y mi mente se zarandea de alegría, y entre tantas reflexiones, se desliza el recuerdo de un eficaz artilugio que usamos las mujeres anhelantes de ser vistas.
Gloriosa la minifalda, golosina para la golosa mirada que rinde homenaje a ese misterio que han dado en llamar: El eterno femenino.
La minifalda, atuendo que abrió la puerta de la contemplación de las piernas que llevan al peregrino de regreso al origen de la vida.
Por desgracia, hay quienes con criterio inútil, animal, obsceno, indecoroso, e infame, dicen que ciertas formas de vestir, son tan provocativas que engendran la violación.
Idea machista y estúpida, según la cual, las mujeres somos culpables de las agresiones.
Si alguien sostiene ese criterio, estoy segura que atenta contra la libertad, que es bien valioso y también, contra el gozo y la alegría de vivir.
Y ese, si es pecado imperdonable para el cual no hay absolución.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde, aclaro, no es que quiera quedar bien con tod@s, como prueba el hecho de que con tod@s quedo mal.
Andrea Guadalupe.