A raiz de los atentados mortales a las torres gemelas de USA, el presidente declaró una “cruzada” contra “el eje del mal”, partiendo del supuesto de que ellos eran “los buenos”. Resultado: han muerto más (estadounidenses e iraníes) que los que murieron ese 11 de Septiembre. Pero, se enriquecieron algunas empresas beneficiadas en la “lucha contra el mal”.
Y la palabra “cruzada” abrió viejas heridas. Porque, hace siglos, los cristianos emprendieron varias “cruzadas” para rescatar los lugares sagrados de manos de los musulmanes. Y murieron miles de personas de ambos lados.
Por motivos religiosos, sembraron dolor y muerte.

Mezclando lo religioso, lo político y problemas territoriales, se mataron católicos y protestantes en siglos no muy lejanos.
Siempre dolor y muerte.

“S es necesario, declaramos la ‘Guerra Santa’. Y cuando uno muere en nombre de Alá, se va al cielo. Es lo que nos enseñó Mahoma”. Así motivados, algunos se suicidan matando a mucha gente inocente, en atentados terroristas.
Más dolor y muerte.
Y el Corán, comienza cada capítulo diciendo “Alá es misericordioso”. Algo no calza, ¿no les parece?

Cierta vez, subió al bus un hombre que entonaba canciones para ganarse la vida. Concluyó conminándonos a la conversión porque si no, Dios nos iba a castigar “mandándonos” algo peor que el sunami que “envió” a Indonesia muriendo cerca de 200.000 personas.
Yo pensé: ¿en qué Dios cree esta persona? ¿En un Dios castigador? ¡Qué duro y doloroso!

Alguien me decía: “No puedo creer en un Dios que “permite” que mueran o queden heridas cientos de personas inocentes en atentados y guerras. Hasta he perdido la fe cuando he visto que a gente muy buena le va muy mal, y gente que hace mucho daño resulta muy exitosa”.
Tenía razón: yo tampoco creo en un Dios que “permite” esas atrocidades e injusticias.

Un niño hace una barrabasada. Al ver que su mamá lo quiere castigar, sale arrancando. En su atolondramiento, tropieza, cae y se lastima. No falta que alguien le diga: ‘¿no ves?, Dios te castigó’.
Yo no creo en un Dios que hace zancadillas a un niño (ni a nadie), porque significaría que ese Dios es peor que yo.

Incluso en la Biblia aparecen pasajes en que se atribuyen crueldades al mismo Dios.
No me “entra”. Pero, decimos y creemos que la Biblia es “Palabra de Dios”. Y eso sí que lo creo y lo sostengo. ¿Entonces?

El asunto es cómo la interpretamos.

En la historia de la humanidad se han cometido muchos crímenes y atrocidades “en el nombre de Dios”.

Sin embargo, yo sigo creyendo en Dios, porque el asunto, para mí, no es si Dios existe o no, sino en qué Dios creemos, de qué Dios hablamos.

Para empezar, pues, hay que purificar nuestro concepto o idea de Dios, del Dios en quien creemos.

(Continuará con "En aquel Tiempo")