¿ ESTÁS DISPUESTO... ?

"Se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla se la ciñó." Juan 13:4

La cena había finalizado, momentos antes compartieron el pan y el vino, con respeto, alegría y recuerdos... Imagino a todos conversando amenamente, haciendo quizá recuerdos de los días anteriores, lugares recorridos, enseñanzas aprendidas, milagros realizados... Seguramente cuando los temas comienzan a bajar su nivel de entusiasmo... Jesús se pone de pié, se prepara tomando una toalla, coge un lebrillo con agua e invita a sus discípulos para lavar uno por uno sus pies; Uno por uno... incluyendo el "amigo" que luego lo traicionaría...

Y Jesús lo sabía, sabía quien era. No hizo diferencia, con paciencia y quizá hasta ternura quitó las sandalias de los pies y lavó... Realizó el trabajo que en esos años debía hacer el siervo o esclavo a sus amos o visitas que llegaran al hogar. Era un trabajo indigno, humillante muchas veces de castigo. Y Jesús ahí estaba, inclinado... ¡Qué sencillez! ¡Qué humildad! ¡Qué amor! ¡Qué manera de mostrarnos con su ejemplo como debe ser, cómo debemos hacer! En ese instante ya no hay palabras, ya no hay sermones, ni mensajes, ni oraciones, imagino el silencio quebrándose con el sonido del agua escurriéndose por los pies de ellos hasta caer al recipiente... y luego, Jesús pasando suavemente, pie por pie, dedo por dedo la toalla. Aliviando y renovando el cuerpo, el alma de sus amigos...

Pero... ¿quién lavó los pies del Señor? Sus pies estaban igual o más sucios, cansados y dolidos que los pies de los discípulos. Imagino las sandalias marcadas en su empeine... en sus talones... Y ninguno de los que ahora sentían refrescados y aliviados sus pies fue capaz de ofrecer el mismo servicio.

Esa noche ya comenzaba el abandono que recibió Jesús de parte de sus discípulos, la traición... No fue sólo la noche siguiente cuando fue apresado, y todos le negaron y abandonaron...sino la noche de la Última Cena, ahí fue la gota que llenó el vaso, y la traición de Judas quien como si no tuviera arte ni parte en todo dejó que Jesús le lavara también a él sus pies. Imagino a Judas sentado frente a Jesús mirando su cabellera, su cuerpo inclinado, sus manos tocando sus pies , limpiando su piel... ¿qué habrá sentido? ¿qué habrá pensado...? Aún estaba a tiempo de arrepentirse... Pero imagino que se sentía bién al ver cómo los altos mandos de la ciudad confiaban en él, le agradaba llegar a hasta ellos en confianza, además estaban esas treinta piezas de plata...

Imagino también a Jesús en el momento que lavó los pies de Judas, inclinado, levantando un pie, quitando su sandalia, alomejor le sacudió el polvo primero y luego con toda la ternura que sólo él puede tener por su prójimo, comenzó a lavar los pies de aquél que Jesús sabía era quien le entregaría a su fin... sin levantar la mirada, un pie y luego el otro, dejando correr el agua hasta ver completamente limpia esa piel... quizá en el pensamiento, rogando al Padre limpiara a Judas en ese momento, la mente, el corazón y el alma... Y ahí están, frente a frente el bién y el mal, nuevamente...

¿De qué manera nos comportamos nosotros frente a nuestro prójimo? ¿Ayudamos a todos sin mirar su envoltorio...? ¿Compartimos con el que nos ha criticado, humillado o traicionado? ¿Podríamos tenderle la mano si está necesitado? ¿De qué manera callamos la boca del que nos ha insultado?

En estos días en donde el mundo está revolucionado, guerras, hambre, muerte y la mayoría se ve bombardeado de problemas, enfermedades o abandonado... Cada uno vive su metro cuadrado y ni siquiera nos damos el tiempo de saber o conocer al que está a nuestro lado, y ¡por Dios, cuánta necesidad nos rodea a diario! Necesidad física, material, espiritual... Un simple saludo cuantas veces una vida ha salvado y continuamos en nuestro propio mundo encerrados...

Jesús nos demuestra que no basta con ser humildes, sencillos ante los demás, debemos ir más allá y ser servidores, ayudadores, colaboradores en la vida de quienes nos rodean, aún de aquellos que por una u otra razón nos provocan daño, malestar o dolor.
Si como Judas nos comportamos, estamos a tiempo de volver y cambiar nuestro ser, Dios siempre nos da la oportunidad de ser mejores que ayer, de continuar un camino que nos lleve ahora y aquí a ser más feliz y aún más, a dar felicidad a quien lo necesite más.

Estimado lector, este escrito es sólo mi sentir, yo también cometo errores que luego me hacen arrepentir... Pero ¡qué bién se siente cuando hago algo que a otro hace sonreir...! Cuando queriendo, concientemente, en plena facultad y con felicidad puedo a otro ayudar y su carga alivianar y aliviar.
Jesús nos invita a seguirle, a imitarle, a llevar a la acción cada enseñanza que él nos dejó, a actuar y no sólo mirar, a alentar y no sólo criticar, a abrigar, alimentar, abrazar y escuchar, y cuando sea necesario... perdonar; En todo esto se refleja el gran amor de Dios, un amor incondicional... porque El mismo nos lleva tomado de la mano en nuestro caminar.


Un abrazo fraterno a todos y todas en este tiempo, tiempo de cuaresma. Mahanaim.