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PARTICIPACIÓN EN EL RETO GANADORES

Tema Prosa: Monólogo interior de un prisionero

Han apagado las luces, una tenue luminosidad se filtra por la ventanilla embarrotada de mi celda … espero el silencio y la ronda nocturna … una luca para el guardia, un cigarrillo encendido para mi … estoy ansioso ¡tanto que demora! ¿será que no vendrá? ¡cambiaron la guardia y no tendré mi cigarrillo!… escucho pasos, se acercan con lentitud ¡sin piedad! … están más cerca … respiro profundo, se detienen, camino tres pasos… los camino de vuelta, suspiro… ya llegan … me tumbo en la litera, aspiro con deleite la primera bocanada del último cigarrillo del día … -¡no fumes niño!- gritaba mi madre cuando me sorprendía escondido detrás de los árboles del jardín … nunca le hice caso, me ofuscaba con su persecución, me ponía violento, contestaba con agresividad, -¡no se que es peor hijo, si tu mal carácter o tu adicción! Psicólogos, terapeutas, campamentos, los boy scout, el coro de la parroquia … renunciaron a mi conflictiva presencia … aquí tampoco es fácil, están los “capos” los que mandan, los que se imponen y también los que pegan más fuerte, los que nunca saldrán … condena perpetua … recuerdo la primera paliza ... a la enfermería fui a dar con tres dientes menos, me sirvió la experiencia … fui guardando la prepotencia en el bolsillo, tres años y faltan otros dos, solo me visita mi madre, como si mi padre hubiese muerto y yo fuera hijo único … de la Mirna nunca más supe desde el día … ¡que día! cuando le pegué el trompazo al jefe, engreído, bueno para nada, hijito de su papá un ¡desgraciado patas negras! no había mujer de la empresa que no hubiese pasado por su largo historial de aventuras y cuestionada moral … pero la Mirna, mi novia y futura esposa … no … no … no … y ella … ¡ella! … le sonreía, la tenía tomada de la cintura, juntos muy juntos, el beso y el chopazo con toda esa furia que jamás pude controlar … casi lo maté … ambulancia, clínica, estado de coma, unidad de tratamiento intensivo, traumatismo encéfalocraneano, juicio, abogado… nunca me enteré si realmente era abogado o había estudiado para algo parecido … su frase típica -Dime la verdad, yo me encargo de la interpretación- el fallo: “Cuasi delito de homicidio” … cinco años y un día … ni siquiera entiendo el día adicional … ya me fumé el cigarrillo, escucho los ronquidos de algunos reclusos … oscuridad … ni los dedos de mi mano puedo ver … alguien escucha una radio ¿una tele? Debe ser la guardia nocturna a tres celdas de la mía … carcajadas, mucha genta que ríe, más carcajadas, aplausos, alguien habla … ¿quién puede provocar tanta diversión? allá en el mundo de la gente sana, a los que pueden vivir en armonía aunque estén rodeados de tramposos y tengan que trabajar sin descanso para educar a sus hijos, o pelear a codazos para subirse a un transporte público que los lleve a su trabajo y ¡Dios los libre si se enferman! … y se ríen a carcajadas con tantas ganas que me contagian y sonrío … ¿cuándo habrá sido el último día que reí? … no lo recuerdo … ¡ah, si! … ¡la noche víspera de Año Nuevo! … organizaron una convivencia, me sorprendió la cantidad de reclusos artistas, un coro muy bien dirigido cantó la Canción Nacional cuando el reloj marcó las doce, luego cantó un imitador del Cato Pérez (el gorrión del pueblo) lo hacía bien … hasta se podría ganar la vida imitando al popular cantante y sus lacrimógenas canciones; un guitarrista, esmirriado, chiquitito, daba la impresión que ni siquiera hablaba pero sus dedos volaban por las cuerda de su guitarra, y el Pan Grande, así le llamaban por su estatura y corpulencia, contador de chistes … sí que me hizo reír, eran chistes de gallegos … muy populares en la época en que yo andaba por la calle como cualquier normal y común ciudadano, pero el Pan Grande, como sus abuelos eran de Galicia, hacía una gran parafernalia por sus orígenes europeos y ponía de protagonistas a chilenos, peruanos, bolivianos y argentinos, dependiendo del chiste y los personajes que requería, pero los chistes eran de gallegos. ¿ … y el intelectual? … ¡Isidoro! … le dicen el Charly … ingeniosos para los apodos mis compañeros internos, Isidoro se parece mucho al Charles Ingalls de la serie “La casita en la pradera” con su melena ondulada, claro, ni granjero ni bondadoso, un activista político. El Charly era el poeta que nos recitaba los versos de Neruda … ¡que cosa!... si hasta puede hablar con esa voz tan peculiar del vate, usa lentes que tiene que sacárselos para leer porque no los necesita … con su actitud más los lentes debe de sentirse realmente un intelectual … ¡claro que me reí esa noche! … lo recordé ahora … pero ya no escucho risas, ni aplausos … alguien canta … creo reconocer la voz … ¿será?, no … no puede ser … hace ya tantos años, la Mirna y yo tomados de la mano … besándonos … prometiéndonos … y esa voz que canta, cierro los ojos para inventarme a la Mirna … esa voz y aplausos, algarabía … y yo … la Mirna… ¡un cigarrillo! … ¡el último y me duermo! … nadie me escucha.

Texto agregado el 19-03-2012, y leído por 289 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
11-01-2013 Bien. Me gustó. Pobre hombre, como disfruta su cigarrito.....******* pithusa
23-04-2012 Buenísima prosa. Un placer pasar por aquí. Mis***** girouette
22-03-2012 Los soliloquios son eso, locuciones a solas, que se desvanecen como el humo de tu cigarro. Gracias por compartir. ZEPOL
19-03-2012 Muy! Pero muy bueno! Realmente un monólogo muy bien redactado, te felicito!!****** silvimar-
19-03-2012 Me hiciste recordar que mi último cigarrillo lo fumé en la cárcel, donde también pasé una Navidad y Año Nuevo. (Y no es cuento). ¡Me gustó! simasima
 
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