El flaco que cedía caminaba lenta y cuidadosamente por las veredas mirando cada agujero o baldosa rota. El flaco que cedía se aferraba a su paraguas y ponía mucha atención a los autos y otros vehículos que podían atropellarlo. El flaco que se cedía se abrigaba mucho para evitar el frío y sus pencas consecuencias. El flaco que cedía no fue a un buen colegio como yo, ni jugaba tenis los fines de semana. El flaco que cedía se hizo a pulso, pese a no comer cosas ricas como los chicos bien. El flaco que cedía era un héroe para mí, que lo admiraba en secreto. Pero él no lo sabía.
Texto agregado el 28-07-2004, y leído por 147 visitantes. (1 voto)