Tristes recuerdos de olvido.
Dedicada a los olvidos contenidos en estos recuerdos.
Apertura
Era un pendenciero cuidando una puerta, sentado impaciente entre dos pilares; tras la puerta, ya dentro, después del portal se pasaba a un prado verde y maloliente. El pendenciero retaba a quien intentara la introducción de lo que fuera, persona, animal o cualquier cosa; mas el pendenciero no tan pendenciero, a momentos hacia como que se descuidaba en perseguir alimañas, y ahí nos dábamos cuenta descuidaba la puerta; con la distracción unas figuritas apenas distinguibles, se asomaban, husmeando por la pequeña abertura que sus pocas fuerzas impulsaban.
Todo ello provocaba en el pendenciero gestos de desaprobación, malhumorado mugía y hacia rugir con fuerza la pesada puerta hasta cerrarla; la situación incomodaba a los que observamos, pues no solo en una ocasión estuvo a punto de rebanar alguna nariz o la parte del cuerpo que asomaran los seres; se notaba intentaban salir, no sabíamos realmente cual fuera el motivo, pues nosotros hubiéramos preferido estar adentro.
El pendenciero llegaba temprano, salía del otro lado de la puerta, se sentaba en un banco de madera remachado, enfocaba los ojos en ver revistas para adultos y consumir cigarrillos, ahí seguía hasta entrada la noche, al paso de insectos repetía la historia, se distaría, abrían la puerta, se asomaban y nosotros podíamos ver el prado y sentir lo maloliente, después el cerraba la puerta; llegamos a suponer que, con su figura de pendenciero, no lo era tanto (o lo era de sobra) pues permitía que los de adentro (por bondad o crueldad) echaran un vistazo al mundo y soñaran con su libertad.
Otros más tontos entre los de aquí, crearon una idea más irreal, era, que realmente nosotros estábamos adentro y esa puerta no era la entrada sino la salida.
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