I
Aquí me encuentro, sumergida en la soledad, explorando mi pasado y vigilando mi tranquilidad. Soy Isfrod Adfloí, una joven de veintitrés años, habitante de Osdaníc, un país bastante lejano, ubicado en el centro de la línea imaginaria que divide el oriente y occidente del planeta; no sé si de verdad existe, pero en éste momento me es un tanto complicado sentirme segura por completo.
No soy una persona importante, pero siendo franca, eso nunca me quitó el sueño, el poder y la fama para mí no fue un ideal por que intentase luchar. Mis aspiraciones siempre se basaron en cosas más profundas y consecuentes que simples deseos materialistas. Viví hasta los veintiún años con mis padres, veintiún años repletos de amor, paz y comprensión; bastante aburrido y monótono a decir verdad.
II
En Osdaníc hay mucha gente extraña, con dones especiales y también comunes y corrientes, así como yo. Lo que todo el mundo desconoce es quién soy realmente; pues poseo una anormalidad que me ha atormentado toda la vida: Estoy seca, pero no por falta de hidratación, ó por carencia de humedad; mi alma o mi mente se niegan a sentir una sensación bien particular; es algo confuso, pero trataré de explicarlo bien. No he sabido lo que es sufrir; siempre fingí sentir tristeza, sufrimiento y agonía. Soy una buena actriz, pero eso no me satisface; nunca confesé esto a nadie, excepto hoy que me desahogo gracias a este lápiz y papel que a duras penas pude conseguir.
Sé que es difícil de creer, pero desde que soy una infante nunca nada tocó mi corazón hasta el punto de herirlo, al extremo de lastimarlo o de hacerlo sentir a él y a mí aquello que apaciguaría mis dudas e incógnitas, eso que tanto deseo para sentirme completa y tener paz en mi interior, ansío llorar con sinceridad, sentir agonía, odio o sufrimiento. Sí, quiero llorar, pero no de mentiras, sino por los motivos por los que todo el mundo lo hace. No es justo que no pueda estar completa, necesito subir mi autoestima; quiero sentir la desdicha.
III
Ser buena actriz me fue útil en el transcurso de mi vida, pues de niña cuando mis padres me castigaban, hacía del momento un acto magistral, digno de cualquier premiación, si de un concurso que de actuación se tratara, pues mis expresiones de sufrimiento siempre los hacía ceder a mis peticiones, pero después de eso todas las veces quedaba en mí ese vacío que me hacía pensar y buscar una explicación. ¿Por qué sólo puedo sentir felicidad, amor, cariño y todas esas cosas aburridas? ¿Algo anda mal en mí? ¿Qué se sentirá llorar con el alma?
Todas esas interrogantes dan vuelta en mi cabeza constantemente y es lo que me obligaba a ver películas de Drama, leer novelas con finales muy trágicos, escuchar Ópera melancólica, entre otras cosas que son consideradas lo bastante deprimentes como para hacer llorar a cualquier mortal; pero no obtuve los resultados que esperaba. En las películas veía a todos llorando y sonando sus narices, por lo que me sentía fuera de lugar y comenzaba mi repetida escena de llanto; cuando leía las novelas hacia un eminente esfuerzo por sentir lo mismo que los personajes, pero lo máximo que conseguía era llorar frente a mi padre mintiéndole diciendo que era muy buena y así me diese dinero para comprar otra y seguir intentando; en cuanto a las Óperas, pues simplemente me producía ganas de danzar por toda mi habitación.
IV
Quiero compartir con alguien más mis pensamientos, y aunque no es una persona consiente éste papel, al menos me siento un poco menos comprimida de pensares; a demás, no estoy haciendo daño a nadie; o por lo menos ya no lo hago.
A los 21 años exactos mi vida tomó un sendero diferente al que todos hubieran pensado que tomaría. Entre mis constantes visitas a la biblioteca buscando desesperada historias dramáticas, novelas nostálgicas y demás contenidos similares; conseguí un libro cuyo adornamiento exterior saltó a mis ojos como una violenta estampida, mi primera impresión fue pensar que era un libro que poseía una portada muy bien trabajada, por como lucía, era plateado en las tapas de la portada y contraportada; con las letras del título doradas superpuestas en relieve sobre ellas, y con un idioma inentendible para mí.
Pensé que quizás había sido construido con metales extraños triados de otros lugares o tal vez hasta otros planetas, pues en mi país se habían hecho cada vez más aceptables las expediciones para explorar otros lugares del espacio.
Me senté y empecé a hojear sus páginas, poniendo atención en los títulos tan extraños de los contenidos que tenía en su interior “El brazalete de la paz”, “Lápida de la sabiduría”, “Rocas de la Fortuna”, “Agua de la eterna salud”; eran nombres muy raros, pero no los leí pues imaginé que se trataba de historias mediocres y así mi vista se limitaba a ver sólo los encabezados. Pero eso cambió por completo cuando leí “La cadena de la máxima desdicha” mis ojos se abrieron desproporcionadamente y los músculos de mis manos se tensaron, como un reflejo propio del impacto mental que sentí al leerlo. Mi memoria es mala, ridículamente se me olvida todo, pero lo que decía bajo ese título lo recuerdo como si al cerrar mis párpados tuviera aún esa página frente a mi rostro.
V
La cadena de la máxima desdicha es el artefacto Nº 65 de la lista, ha sido traído de Fraseéd, el 5to planeta del sistema solar Nº 9.875.
Su función puede catalogarse en varios segmentos: Con éste objeto os podréis vengar de vuestro enemigo con facilidad, podréis marchitar la felicidad de aquel que os molestéis con tan solo su presencia. En resumidas cuentas el poder de la cadena produce el peor de los sufrimientos, llorar se convertirá en un hábito para el ser que os prefiráis afectar.
Para que el codiciado objeto tenga un eficaz efecto debe pasar por la correcta ejecución de varios pasos, nada fáciles de llevar a cabo; tendréis que ser una persona fría sin nada más en el corazón que el deseo por cumplir vuestro cometido:
1._ Pensar 10 veces en el motivo por el cual queréis provocar el sufrimiento del alma del prójimo elegido.
2._ Sumergid los eslabones de la cadena en vuestra sangre, el dolor no debe detener vuestros deseos, al contrario, debe fortalecerlo.
3._ Secar en su totalidad la sangre sobre el metal; con un pañuelo ungido en las lagrimas del practicante de éste rito.
4._ Colocar de manera horizontal, en sentido norte-sur y escribir bajo la misma el nombre y apellido del que va a ser afectado.
5._ Todo esto debe ser en el tiempo lunar, es decir cuando las 3 lunas de nuestro planeta formen el triangulo a los 95 días del año. La luz de las lunas darán por terminado todo y esa persona se deberá despedir de su dicha.
VI
Corrí aún sin poder creerlo a la mesa de la bibliotecaria y pregunté sobre el libro, aún con las manos temblorosas. Me terminó por explicar que era un listado de cosas que según el libro poseían dones especiales y que hubo testimonios de personas que encontraron varias alguna vez, obteniendo lo que querían, y que esos objetos encontrados están en un museo de Moriyadat, un país algo retirado de Osdaníc; Pero que hasta ahora no habían sido comprobados sus supuestos dones, puesto que el libro tenía 250 años de antigüedad. Me apresuré y pregunté si el artefacto número 65 había sido encontrado alguna vez; ella me respondió mirándome de una manera extraña, como si estuviera fuera de lugar lo que le había consultado. Pero con educación me dijo que efectivamente lo habían conseguido hace 95 años y que estaba bien custodiado en el museo que anteriormente me había mencionado.
Pedí prestado el libro con mis derechos de suscripción a la biblioteca, pero me fue denegada la solicitud ya que pertenecía a los libros más valiosos del lugar y no había copias del mismo. Me fui a casa ese día con una gran decepción pero extrañamente tranquila; seguro se debía a la anormalidad que me consumía la poca cordura que quedaba en mí. Por varios días no hice más que pensar en el famoso libro, pues estaba desesperada y ahí estaba la solución a lo que por toda mi vida había soñado, aunque muy descabellada pero no tenía otra, la medicina y consultas psiquiátricas no eran una buena opción; me catalogarían de loca por lo menos. Entonces, a partir de ese día se convirtió en un hábito ir a ese lugar, pedir ese libro y leer los párrafos que contenían la supuesta información de la cadena que le daría solución a mi aflicción.
Varias semanas pasaron desde aquel acontecimiento y cada vez mis pensamientos era más descabellados y sin sentido alguno. Pasaría poco tiempo para que me creyera lo que el libro decía y pusiera manos en el asunto.
VII
En uno de mis múltiples encuentros con el antiguo texto de cubierta metalizada; entré en una especie de trance, que no era más que un ataque de locura y desesperación; todo pasó por mi mente en un instante. Sí, debía hacerlo, no tenía otra salida, así fuese lo último que hiciera en mi vida, debía intentar por este medio remediar mi mal. Pues mi vida se había convertido en un absurdo, las personas no deben vivir si no están satisfechas con lo que son, éste era mi caso. De cualquier forma debía emprender un viaje a Moriyadat para, por lo menos ver el objeto que se había transformado de repente en la única cosa que pensaba.
Una noche tomé la decisión finalmente, iba a viajar al museo, me mantuve lo más firme posible en mi decisión. Era tarde y cené como de costumbre con mi familia, sin que nadie sospechase nada de lo que tenía en mente, pues era una buena actriz. Tenia empacado en un bolso pequeño sólo lo esencial; planee el escape con mucha cautela, pues mis padres harían hasta lo imposible por encontrarme; no podía permitirlo, al menos no hasta alcanzar mi meta.
Todos dormían y bajé las escaleras de mi habitación, sin poder evitar uno o dos rechinidos de las tablas, pero sin despertar a nadie afortunadamente. Abrí con cautela y entré a la habitación de mis padres, los miré pero no entré con la intención de despedirme, para nada; sólo entré para buscar el dinero que allí guardaban, era obvio, no podía ir a ningún lado sin dinero. Me apresuré a meterlo en mi bolso y salí lo más silenciosa posible. Hasta salir de mi vecindario y luego avanzar en mi camino sin mirar el trecho que dejaba tras de mí. En el amanecer, ya debería estar muy lejos.
VIII
Una curva veloz hizo que despertara de mi sueño, pues mi cabeza golpeó la ventanilla del transporte subterráneo; de inmediato pensé que todo había sido un invento dentro de mis sueños, pero no era así, miré un pequeño bolso gris a mi lado y supe en ese momento que todo era verdad, había huido de mi casa, donde nadie me encontraría, pero iba en busca de aquello que me haría sentir completa como persona; era por una buena causa y nunca nadie me comprendería. En mis sueños y pensamientos se repetían con frecuencia los acontecimientos de las últimas semanas, como un repaso para recordar por qué debo ser firme en mi decisión, sin ni siquiera pensar en desistir de mi idea.
Durante el viaje que había emprendido, esta vez en transporte aéreo, muchas ideas colmaban mi imaginación y surgían nuevas preguntas en mi cabeza, pues ¿Qué lograría yo con sólo mirar aquella cadena? No iba a valer la pena tal sacrificio para no remediar nada; tenía que hacer algo más, obviamente el artefacto, según el libro, no funcionaba con tan sólo verlo, entonces ¿Para que había hecho todo eso? De nada iba a servir tanto trabajo en dirigirme hasta Moriyadat.
De repente la ira se apodero por completo de todo mi ser, me sentía impotente sin poder hacer nada más que solo visitar aquel museo como cualquier otra persona. No podía permitirlo, así que utilicé todos los días que faltaban para llegar al lejano país e idear un plan, pero para terminarlo tenía primero que conocer el lugar, sus custodios y otras cosas que le darían más forma a lo que tenían en mente. Ya no me importaba nada, no pensé ni en consecuencias ni peligros, el deseo me consumía por completo.
IX
Faltaban horas nada más para culminar mi viaje, mis manos sudaban por los nervios y mis ojos estaban tan atentos como los de un cazador. Esas pocas horas se hicieron más largas que todo el resto del viaje, no sabía por qué pero ya no me reconocía a mi misma, era algo que ya me había transformado, mi gran idea por ser como los demás se había convertido en mi propósito de vida.
Llegué a la estación de aterrizaje aéreo, estaba tan cerca; no lo podía creer. Un recuerdo de mi familia atravesó mi cabeza como un relámpago, pero no me detuve a pensar en ellos, lo único que me movía eran las ganas por llegar de una vez y por todas. Para explorar el lugar, tomar todos los detalles necesarios y así culminar mi plan. Ya estaba decidido, La Cadena De La Máxima Desdicha sería hurtada, yo la tendría; sería mía y de nadie más.
X
Antes de entrar, primero le di un gran recorrido al sitio, con extremo cuidado, no quería pasar por alto ningún detalle. Había unos siete guardias afuera y aproximadamente cinco dentro. Me decidí a pasar y entonces observé todo lo que se exponía en el museo; muchas pinturas y artefactos que habían sido traídos de otro planeta, el cual tenía el nombre de uno de los cuatro elementos, sólo no recuerdo en este momento cual era. Pero sé que ha sido el más estudiado por los científicos de Osdaníc, incluso muchos de los avances de mi mundo se deben a esas expediciones.
Permanecí lo más serena posible para no llamar demasiado la atención, ya que soy buena actriz eso no me causó gran problema. Pero hasta con lo buena que soy en la actuación, me resultó difícil mantener la calma cuando miré un letrero con aquel idioma extraño que tenía el libro en su portada; estaba sobre una puerta en dorado y plateado, desbordando opulencia en el lugar. Respiré profundo antes de aproximarme a las vitrinas; miré unas rocas a la izquierda, unos libros viejos a la derecha, un frasco transparente de cristal con un líquido de color rojizo en su interior, entre otras cosas. Pero mi cuerpo se volvió incontrolable al punto de comenzar a temblar y de sentir como mi sudor bajaba por la espalda. Pues pude ver una cadena de metal oxidado dentro de una vitrina en una esquina de la habitación que nadie se tomaba la molestia de observar, quizá a simple vista parecían la cosa más estúpida que pudiera existir.
Pero yo la miré como si fuera el motivo de mi eterna salvación, como el tesoro más grande que se hayan imaginado. Permanecí varios minutos frente a ella y sentía como su energía me debilitaba, no sé si eran sensaciones inventadas por la ferocidad del momento, pero es lo que recuerdo haber sentido. Salí del museo con la mente más enfocada que nunca; esa noche sería mi noche, la que siempre había esperado.
XI
Era tarde y ya todo el mundo quizá dormía en la cuidad, estaba sudada y lucía como si hubiera pasado un mes en una isla desierta. Un solo guardia cuidaba la entrada, estaba medio adormecido; fui lo más sigilosa posible hasta acercarme a él, sin que se diera cuenta de mi presencia tomé una roca y la deje caer sobre su cabeza; se escuchó un gemido y un temblor fue el ultimo movimiento de aquel hombre. No me detuve ni por un segundo y proseguí a quitarle el manojo de llaves que colgaba de su cuello, miré a todos lados y todo marchaba bien, abrí la puerta principal y todo permanecía en calma, pero con uno que otro murmullo que se escuchaba a lo lejos, los demás guardias conversaban al fondo de sitio. De puntillas y con extrema rapidez esquivé algunos rayos color naranja y verde que atravesaban algunas partes de la sala.
Para mi sorpresa y agrado, cuando por fin pase por el arco de los extraños metales, era el área que menos seguridad tenía, debió ser por el mismo motivo por el cual casi nadie lo visitaba. Tomé la pequeña vitrina que tenía dentro la cadena, pero al instante en que la palma de mi mano tocó el cristal un sonido exageradamente alarmante pareció dañar todo mi plan. No lo podía creer, era algo increíble, las luces de todos colores y el sonido que me atormentaba y me obligaba a llenarme de desesperación.
Escuché a lo lejos correr, y vehículos con un sonido parecido al de la alarma que había activado por ignorancia. No podía permitir que todo de echara por la borda; lancé con todas mis fuerzas la vitrina de cristal contra el suelo, la cadena rodó unos dos metros, corrí en su búsqueda y luego busqué en el interior de mi bolso un pañuelo y una navaja que traía conmigo; las manos me temblaban, estaban cada vez más cerca o quizá revisando las demás habitaciones donde había objetos de mayor valor. Pensé rápidamente diez veces en el motivo por el cual había cometido esa locura de tal magnitud; luego con la navaja en punta golpee la palma de mi mano con una fuerza arrolladora, tomé la cadena y empecé a empaparla con todo el montón de sangre que salía de mi herida, el dolor era insoportable pero no me importaba en lo absoluto. Continué con el procedimiento que me sabía de memoria y coloqué los eslabones horizontalmente en sentido norte-sur, saqué un lápiz del bolso y escribí mi nombre con toda la furia que podía sentir; por el acoso mental que me producía escuchar tal alboroto afuera. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué no ocurría nada? Excepto el sangrar de mi mano que empapaba cada vez más el piso.
La puerta se abrió y minino habían doce guardias tras ella, me apuntaron con sus armas, pero yo estaba en medio de un transe. Dejé que me tomaran, nada me importaba, ni siquiera pensaba en lo que me estaba sucediendo, solo pensaba en qué había hecho mal.
XII
Hoy en día me encuentro en el C.D.R.P.D (Centro de Restricción Para Delincuentes) otra gran idea surgida de ese planeta, donde son expertos en separar a sus habitantes por tipos, razas, colores, ocupaciones y gustos; cómo lo odio.
Paso la mayor parte del día sola, salgo sólo para comer, la escena de aquel museo no desaparece de mi memoria, he deducido que me faltó un paso muy importante; el que quizá me habría costado más que los demás y por la desesperación no pude ni siquiera recordar: No sequé la sangre con mis lagrimas, mi mente se encuentra en un colapso, no puedo más con la frustración.
Pero por lo menos tengo un consuelo: En la noche de ayer estaba desesperada hasta el límite. Nunca había sentido tal cosa; el recuerdo de mi intento fallido de robo, la culpa por haber asesinado a un inocente, la nostalgia por nunca más ver a mi familia, y sobre todo el gran vacío de no estar completa aún; hizo que una lagrima del ojo izquierdo saliera de repente y rodara por mi mejilla. Me sorprendí de tal forma que aún no se si fue real. Sin embargo, es la única experiencia sincera de llanto que he tenido en mi vida. Pasar tanto tiempo sola cambio algo dentro de mi. Por eso decidí escribir esto; he llegado a mi cometido, mi vida ya cumplió con la función que designé para ella en este mundo.
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