Brillaban expectantes, como paralizadas,
las estrellas aquella fresca noche,
el reflejo de sus ojos y los míos,
se marchó entre sombras de los naranjos.
Con la tenue luz lunar marchabas
hacia tierras nubladas que no conoceré,
se rompió con una fría brisa el invisible lazo,
que una vez ató con ternura dos corazones.
En el camino encontraré una que otra cosa
que me recuerde tu canto de jilguero,
tus lágrimas de aerofobia,
tus ojos claros como el amanecer de los valles.
Viendo el atardecer, a través de la ventana,
la sombra de la noche consume mi alma,
y por más que intente olvidar,
los recuerdos, como mi sombra, me siguen donde voy.
Así cada día, por más molesto que sea,
veo a través de la ventana,
olvidando tu vuelo nocturno,
hacia tierras nubladas que no conoceré. |