Dios da la fe gratuitamente, es un don, un regalo de Dios. “Esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”, dijo Jesús a Pedro (Mateo 16,17). “Nadie puede decir ‘Jesús es el Señor’, sino guiado por el Espíritu Santo” (1 Corintios, 12,3). Un niño recién bautizado tiene ya la fe como en semilla. Pero, al crecer la persona, la fe debe ir acompañada de una adhesión libre, personal y consciente de nuestra parte, a todo lo que él nos ha revelado.
Y bien libre. Jesús no forzó ni fuerza a nadie: “El que quiera ser mi discípulo”. No obligaba. Y, aunque la fe es “obediencia”, “sometimiento” a la voluntad de Dios, no es esclavizante, sino liberadora. Es la obediencia del hijo que ama a su Padre y desea corresponder a su amor Al seguir el camino de la fe, de la obediencia a Dios, nos vamos liberando de todo aquello que nos pueda esclavizar y que se presenta a menudo falsamente, como liberadora: “Vio la mujer (Eva), que el árbol era apetitoso, que atraía la vista y era muy bueno para alcanzar sabiduría” (Génesis 3,6).
La fe, pues, implica obediencia. En la historia de Adán y Eva, (que es nuestra historia), Adán y Eva quieren ser como dioses, es decir, ponerse a la altura del mismo Dios, ser “autónomos”, totalmente independientes, mandarse solos. Con eso, creen “ser más”, pero así llegan a “ser menos, se sienten “piluchos”, desnudos, débiles, Es como si un pez quisiera “ser más”, saliéndose del agua. Esta dependencia, de la cual siempre en nosotros está la tentación de liberarnos de ella, no es lesiva para nosotros. Es que somos criaturas de Dios, dependientes de él. Nosotros estamos llamados a compartir la vida divina. Ese es su regalo. Pero no lo conseguiremos por caminos propios, sino por los caminos que el Señor nos señala.
La fe nos muestra el camino para llegar a “ser más personas”, sin engaños ni equivocaciones.
Creemos no en cosas, ni sólo en verdades sino que principalmente en alguien, en Dios, un ser vivo que da vida, y desea nuestra felicidad eterna.
Y la fe es la respuesta del hombre a Dios.
|