Cuando ya es de noche y están por sonar las ocho en el viejo reloj que está sobre la pared, sé que se halla cerca la hora de dormir. Mamá no tardará en levantarse de su sillón preferido –donde sentada teje, lee sus libros o hace labor-, para tomar mi mano y arrastrarme tiernamente hacia mi cuarto como todas las noches lo hace. A la suave luz de la lámpara que está sobre la cabecera de mi cama, habrá de vestirme con la ropa de dormir. Me resistiré un poco, pero sé que su sonrisa y sus cariños, al final acabarán con mi voluntad.
Luego de arreglar mi lecho, esperará a que rece mis oraciones, me acostará y velará junto de mí hasta que piense que me he dormido. Entonces me dará su bendición, y con su habitual ternura, depositará sobre mi frente un tibio beso. Yo no sé por qué mamá es tan buena conmigo, hasta cuando hago alguna travesura suele regañarme cariñosamente. Yo quiero mucho a mamá.
Mamá siempre ríe. Papá es más serio; pero muchas veces lo he visto reír también. Su presencia me hace sentir protegido. Estoy orgulloso de tener un papá como él. También lo quiero mucho.
Quiero mucho a papá y a mamá. ¿Me querrán ellos igual?... Ahora lo sé, lo supe cuando regresó hoy papá del trabajo. Me hallaba distraído jugando con un par de cochecitos y no oí llegar a papá; quedé sorprendido cuando, de pronto, me alzó entre sus fuertes brazos y sonriendo me besó en ambas mejillas.

-¿Por qué me besas así?- le pregunté.
-Porque te quiero mucho- dijo.

Entonces sonreí y me sentí muy feliz. Soy muy pequeño para comprender ciertas cosas; pero ésta sí que la entiendo: papá y mamá me quieren. ¿Qué cómo lo sé? Papá lo dijo: “...te quiero mucho”, y él nunca miente. ¿Y mamá?...Mamá Blanca también me besa como hoy lo ha hecho papá.