Dar el salto final, o seguir hundiéndome en esta vida corrupta donde has matado mi inocencia.
Lo esperaba ansiosa. Él llegaba siempre cansado y con desgano.
Bebían bajo la luz de la vela. Ella preparaba el escenario con esmero, con ilusión, mientras el hombre pensaba en un cambio…en una posibilidad.
Caminaban de la mano. La mujer se aferraba a sus brazos, necesita su contacto, pensaba que había una solución, que todo dependía de ella, es normal se dijo, la rutina, los horarios y las preocupaciones….
La grieta cada vez era mayor. Un bloque frió lentamente fue filtrándose en sus vidas, enmudecieron las palabras, las caricias eran austeras, nerviosas, y hasta desprovista de sentido.
Ella lo escuchó. No pudo sostener la mirada. La propuesta era lasciva, así lo entendió, pero la desesperación puedo más.
Estaba presa de la otra hembra, su oponente era más grande. Una diosa, como la llamaba él. La mujer rubia juguetea con sus pechos, mientras ella apenas podía contener el llanto, el placer. Detrás de las sombra del cuarto, lo intuía, escuchaba sus gemidos. Mientras el perfume y el sudor de la otra mujer llenaban sus poros, ella sabia que él tendría su orgasmo salvaje, mientas las observaba.
El juego esa noche incluía otras reglas. La otra mujer mordía su carne. Sus uñas desgarraban sus muslos, ella trataba de escapar de esta tortura de sexo y dolor, pero en el fondo no hacia mas que el ejercitar una escena estudiada y memorizada, cuyo libretista era él.
La cuerda laceraba; se hundía en el pliegue sangrante de su carne. La hembra rubia le lamía las heridas, para después entre sangre y saliva besar sus labios. El se acercó y ella también sintió sus labios, su lengua. Frente al espejo, manipulando su miembro digitando su placer y su felicidad, él, se balanceaba, mientras ella sin fuerzas, se entregaba sumisa bajo la presión de piernas poderosas de su afrodita privada.
Esa noche sería la última. Mientras esperaba la llegada de la otra, ella comenzó a masturbarse. Pensaba en la mujer rubia, en la fuerzas de sus brazos cuando la sujetaba, en sus curvas firmes, que parecían no tener fin, y sobretodo, en el gusto de su boca, y el éxtasis de sentirse esclava de un cuerpo voluptuoso que la doblegaba.
Escuchó el ruido de auto. No tardarían en subir…
Trató inútilmente de llevar el control; la otra esbozó una sonrisa fría, no tardaron sus manos en tomar posesión de su cuerpo y arquearla, arrastrándola sobre sus pechos.
Las sabanas húmedas de transpiración de sexo eléctrico. El se acercó al espejo, mientras escuchada los gemidos de ella, y la sonrisa de la otra, de la diosa.
Esperaba la lengua de su dueña que, no tardó en llegar calida, prepotente y húmeda…él Esperaba la lengua de su dueña que, no tardó en llegar cálida, prepotente y húmeda…él también quiso beber de sus labios sangrantes, pero ella tomó la decisión del salto…sus dientes masticaron la lengua, sus manos se enroscaron en el cuello de su marido atrayéndolo, asfixiándolo, ahogándolo con restos de cartílagos y la carne roja de sus leguas…mientras ella, sentía la opresión poderosa de su diosa sobre sus caderas.
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