Elisa no esperaba un príncipe azul, no esperaba un Romeo, no esperaba un súper héroe, en realidad no esperaba nada, no se parecía al resto, no quería que la amaran, solo quería ser libre, solo quería estar sola. Le gustaba ver como llovía, le gustaba el viento en la cara, le gustaban las plazas, los parques, las playas desiertas, le gustaban los pueblos chicos y los ambientes ventilados y luminosos, salir a caminar, el calor de la primavera, sonreír a pesar de todo.
Elisa no quería ser querida, ni aceptada, solo quería ser ella misma.
Se pasaba las tardes, las noches, los días escribiendo, escuchando música o simplemente disfrutando del silencio.
Elisa tenía un problema, el resto de la gente la molestaba, la llamaban rara, la criticaban, se burlaban de ella, decidió, por ese motivo, ser igual a los demás, se arreglaba el pelo por si tal vez llegara su príncipe, su Romeo, su héroe, decía odiar la lluvia, el viento que la despeinaba, sentarse en el pasto de las plazas y que las playas con mucha gente eran su fascinación, que le gustaba la ciudad, con sus rascacielos gigantes y sus edificios, que prefería los bares pequeños que los lugares amplios.
Elisa no soportaba tener que esconder su esencia, su forma de ser, no soportaba la hipocresía de los demás, la ignorancia, la falta de cultura de la gente que le rodeaba. Tenía miles de amigos pero solo tres sabían quién era y por alguna razón ellos tres la entendían, ellos tres eran como ella, ellos tres también escondían su realidad.
Muchas personas, no saben, que la gente como Elisa existe, muchas personas solo se acercan aquellos que se les asemejan, muchos aquellos solo buscan el amor en vez de amar, muchos odian todo lo simple y sencillo de la vida.
Pero Elisa, era un poco es espíritu, el ejemplo vivo de cansancio y desilusión.
Muchos jóvenes nos adaptamos a los cambios, porque estamos hartos de ser juzgados por la sociedad.
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