A Eustaquio le fascinaba el terror y todo lo ennegrecía con sus cuentos. Nadie nunca lo supo, y así es como él supuso que debería ser, pero él fue el inventor del mal. Y, para ser inventor del mal hay que saber contar con inocencia, porque si no hay inocencia nadie te va a creer ni tus cuentos tendrán jamás efecto.

Pero Eustaquio no era de aquí, él si que sí era extraterrestre. A nadie le gustaría conseguirse con él en una ciudad inmunda mientras camina tembloroso botando las babas conectado con la nave espacial, intercambiando la energía necesaria, dándole a la nave el calor terrestre que ella tanto necesita y señalándole a los invasibles y enseñandole a las esferitas vibratorias y chisporroteras despedidas por la nave los mecanismos necesarios para nacer luego con cuerpo humano y las técnicas apropiadas para no perder la memoria y tener vidas que sirvan como catalizadores para adelantar el Plan. A su vez Eustaquio recibía de la nave lo que ningún humano es aún capaz de dar.

En la olvidada y renegada vieja Atlántida hizo de las suyas, le enseñó a los humanos el poder de los dioses, es decir, el poder de los de su propia especie y, por más que les dijese que la diferencia entre los de su especie y la humana era un asunto de experiencia y de ciclos vividos, "ciclos que se dan en muchos otros planetas, ciclos completos, me refiero" - decía así... por más que les enseñase lo de los circulitos concéntricos y las espirales y lo de invocar al sueño vívido de la noche para levantar inmensos bloques, por más que lo intentase, pana, eran necios y soberbios hasta más no poder. Intentó incluso con las lecciones más elementales, intentando ilustrar a través de los cambios energéticos en la constitución de su cuerpo sus enseñanzas orales. Les decía que en la Tierra había muchos otros seres y que ninguno de los seres era más importante que el otro, que cada uno de los seres tenía su función, su función para-con-la-Tierra (fue él quien inventó los conceptos en trensito, no Heidegger) y que la Tierra según su edad y la función que necesite activar para toda una Era modificaba su campo morfogenético y era otro campo morfogenético el que reinaba. Les explicaba que el humano era el producto de una frecuencia vibratoria específica de la Tierra y que la diferencia entre los seres respondía al mismo fenómeno. Les explicaba que la Tierra en conjunción con la energía particular y combinada de una cantidad enorme de estrellas era capaz de producir esferas de radiación morfogenética con frecuencias vibratorias distintas entre sí y que son las responsables de organizar y dirigir la actividad molecular de la evolución de las distintas especies. Y allí, en la vieja Atlántida, al este de Lemuria Eustaquio se los demostraba, encendía la luz violeta y prontamente de la Tierra surgían las esferas chisporroteras, combinación de energía e inteligencia terrícola y estelar y éstas esferas, a los ojos de los Atlantes cobraban forma humana y Eustaquio les decía entonces a los Atlantes: "¿Ven?, la vibración de esas esferas es la de una frecuencia específica dentro del espectro de frecuencias total del campo morfogenético de la Tierra, precisamente la frecuencia humana. A esas esferas en específico Ustedes las ven como humanos y con sentimientos humanos precisamente porque de ellas procede la vibración, la energía y la forma que hace posible la organización molecular-biológica concretada, hasta ahora, en Ustedes. Y Ustedes son únicamente humanos, materialización de esta vibración en específico, evolución dirigida inteligentemente por la Tierra a partir de la energía obtenida del cosmos circundante puesta a vibrar de manera confinada y específica con el fin de dar origen material, evolución, y destino a una especie, en este caso a la humana. Y lo mismo es válido con todas las demás especies".

Pero los Atlantes no quisieron comprenderle... pensaron que sin Apocalipsis podrían igualarlo a él.

Cuando Eustaquio se dio cuenta de ello redobló el monto de su paciencia...