Tijuana BC, Marzo 2012. Más allá del propio sexo.
La vida nos envuelve a tod@s: A quienes la miran, quienes la contemplan, y quienes intentan escapar.
Todo eso de la narrativa, se me había convertido en una verdadera obsesión, en algo que me recorría el estomago y el alma misma.
Me emocionaba el sólo hecho de pensar en que escribir, aunque lo guardara en lo más profundo de mi ser.
Me imaginaba como seria la historia de cada día, y con esa inspiración escribía.
Los resultados, continuamente me sorprendían.
Has encontrado tu esencia me decía un seguidor anónimo, ese que me enviaba textos cortos en forma de saludos.
Aunque la vida, en ocasiones me parece vacía y monótona, se había convertido en un escape saber que alguien me extrañaba en secreto.
Y a través de sus comentarios, descubrí que hay sensaciones que ha veces, nos envuelven y llevan lejos, a otros mundos, a otros planos, donde el aire agita el cabello y el cuerpo se estremece de una manera distinta.
Y luego, apareció él, con su encanto inconfundible en cada una de sus frases que escribe: Eres una mujer que destella inteligencia en la mirada encerrada en tus anhelos y pasiones.
Tienes mucho que dar.
Tus palabras, envuelven como un capullo a la crisálida.
Palabras alas, que quisieran volar, sólo que son tímidas y no se atreven.
Al amor, lo esconde el universo, no en una persona, sino en la libertad de tu prosa y en sentimientos que guardas bajo la piel y en esos ojos que tienes.
Cada pensamiento, un poema, que al leerlos, me transportaban, como si una por una de las letras me sacaran de la realidad y me acariciaran lentamente el cabello mientras duermo.
Poemas comentarios, tan intensos, que me hacían sentir enamorada.
Aunque me resistía a creer que ese sentimiento crecía.
Una noche, algo extraño sucedió, preferí pensar que todo fue un sueño, más sin embargo, muy dentro de mi ser, sabia que no.
Fue en horas de la madrugada, cuando una brisa fresca abrió la ventana recién emparejada.
El aire se coló y comenzó a acariciar mi cabello y después, a recorrer mi piel.
Mi piel se estremecía, aunque por alguna razón, no podía salir del aturdimiento en que había entrado.
Sentía unas manos fuertes recorriendo mi espalda, la yema de los dedos extraños me provocaban una relajación excitante, mis sentidos estaban al máximo sumergidos en un estado de anestesia mental, donde estaba recostada desnuda sobre la playa con los brazos extendidos y las piernas flexionadas.
No podía ver a quien me agarraba, sólo sentía su presencia con un característico perfume similar a la brisa del mar.
Sintiendo sus manos y labios recorriendo mi piel, era como si el viento me tuviera amarrada, los pezones endurecidos, igual que el resto del cuerpo, no me obedecían, se contoneaban con el flujo y reflujo de un oleaje que iba aumentando mientras la luna surcaba lentamente el cielo.
El oleaje rompía más violentamente, y el aroma de de yodo, mezclado con sal y agua, me envolvía completamente mientras mis piernas luchaban contra el rompimiento de los cuerpos.
Fue un placer inexplicable, sublime, más allá del propio sexo.
Fue un amor que me recorría el cuerpo desnudo y un amor que me poseía sin rostro ni cuerpo, sin marcas más visibles que las del sudor que le empapaba la piel.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde escribo mientras vivo a fuego lento, arrasador e indómito, mientras me hago mujer con mi rebeldía a cuestas, mientras escribo siempre, lugar donde me enamoré apasionadamente y sin límites, donde perdí frente a la muerte y creí que también yo moría y escribí para sobreponerme, donde he hecho mi vida y mientras tanto, escribo, me he enamorado incontable cantidad de veces y escribo, y aún ahora lo hago, mientras aprendo y vivo.
Andrea Guadalupe.
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