Era viernes, otoño y llovía. El reloj de la iglesia del pueblo toco las seis de la tarde.
Gabriel estaba sentado en el lubral de la puerta fumando un cigarrillo, me asome por la ventana y la vi venir.
Ni la miro, ella se sento a su lado y se prendió un cigarrillo, al cabo de unos minutos Gabriel se paro y se quedo mirando la calle por unos segundo, no le dijo nada, no la miro, era como si no sintiera su presencia, al rato ella se levanto y comenzó a caminar el camino a su lado, parecían dos extranios que caminan juntos por unos segundos por casualidad del destino, pero caminaron cuadras y cuadras juntos probablemente sin decirse una palabra, de repente se perdieron entre la multitud y ya no pude verlos mas.
Pasaban las horas y yo no tenia idea que había pasado con aquellos dos jóvenes que combinaban con el gris del día debido a su silencio y sus caras largas.
El reloj de la iglesia volvió a dar la hora, esta vez eran nueve de la noche y Gabriel no volvía, estaba preocupada, imaginaba cualquier cosa. Me asome por la venta, seguía lloviendo y ya era muy de noche.
Prepare la comida, supuse que volvería en cualquier momento y muerto de hambre porque no había comido nada en todo el día.
Mientras cocinaba sonó el teléfono de casa, me asuste tanto, no sabía si atender o no, me decidí a levantar el tubo, era mami, quería que la llevara al supermercado al otro día. Apenas corte, golpearon la puerta, corrí atender, no se imaginan lo aliviada que me sentí cuando abrí la puerta y era Gabriel, con la misma cara larga y el mismo silencio con el que se había ido, estaba todo mojado y parecía enfermo lo mire por un rato y le dije:- ¿Qué pasa che? ¿Por qué esa carita? Mírate todo mojado nene te vas a enfermar.
Siempre que le decía eso Gabi me devolvía una sonrisa compradora, pero supe que era grabe apenas dijo:- Nada mami, no me jodas. Y se fue a su habitación. Supuse que se había peleado con Flor y que las cosas no debían andar del todo bien, lo deje pasar.
Flor era la hija de una vecina que habíamos tenido cuando vivíamos en la otra casa, era de familia humilde pero honrada, una jovencita educada, prolija, inteligente y estudiosa, todo lo contrario a Gabi, pero el la quería tanto y ella parecía que también. Eran tan jóvenes, ella tenía diecinueve años y estudiaba medicina, el tenia veinte y trabajaba con el padre en el taller porque no había querido estudiar ni por casualidad.
Al rato llego Rubén del club, enojado porque había perdido treinta pesos en un partido de truco, se sentó en la mesa y se puso a leer el diario al rato le pareció raro que Gabi no este sentado mirando tele y pregunto:-Negra, ¿y el pibe? ¿Dónde esta?
-Encerrado en la pieza parece que se peleó con la Flor. Conteste sin mirarlo.
Ya estaba la comida lista, a comer, grite. Rubén estaba sentado en la mesa y Gabi abrió la puerta y dijo, yo no tengo hambre.
Rubén lo miro atonito y dijo: - Está enfermo, son las diez y no tiene hambre, ¿Qué te pasa pibe? ¿ Mal de amores? ¿Te arrancaron la Florcita?
- Cállate viejo, no tengo ganas de hablar. Dijo de mala forma y ahí se armó.
- Mira pibe, dijo el Rubén, a mí no me importa lo que te pasa, todo el día con cara de orto no podes estar, veni acá y sentate a comer con la familia como corresponde que si yo a tu edad hubiese hecho eso tu abuelo me hubiese dado vuelta la cara de un sopapo. Veni acá, hace caso pendejo porque si no…
- Está bien, está bien. Dijo Gabi como entregado y se sentó en la mesa.
No probo bocado, removía los fideos con el tenedor y con la mano que tenía libre se tenía la cabeza. Rubén no lo soporto: - Con la comida no se juega y soltate la cabeza que no se te va a caer.
Gabi no le contesto, en silencio se levantó y se fue, entro a la pieza y cerró la puerta de un golpe.
-¿Y este qué carajo tiene? ¿ A quién mierda salió tan maricon? La juventud esta pérdida negra, está perdida. La próxima se la emboco, nunca le toque un pelo, pero ya sabes lo que pienso un cachetazo en el momento justo no le viene mal a nadie y a este menos.
-Déjalo Rubén, ya s ele va a pasar no te preocupes.
-Yo? Yo no me preocupo Tere, pero me pone nervioso, no puede ser así, hoy en el taller estuvo todo el día con cara de culo y no abrió la boca, no abrió la boca.
- Son cosas de chicos, déjalo. Y me levante para traer unas frutas a la mesa.
Yo, confieso, estaba más preocupada que el Rubén, pero si le decía seguramente se ponía más nervioso, me calle la boca y me quede en el molde.
A la mañana del sábado Rubén se fue, Gabi los sábados los tenia libre, durmió hasta las doce, yo le deje un papel en la mesa para que sepa que me había ido al súper, cuando volví el papelito seguía intacto, abrí la puerta y dormía como un angelito, cerré la puerta despacio para no hacer ruido y me fui a la cocina a tomar unos mates con mami.
A las doce se levantó y me dijo:- Vieja, me voy, no vuelvo a comer. Le dio un beso a la nona y se fue.
El reloj de la iglesia dio la una, las dos, las tres, las cuatro y eran las cinco y no volvía. El Rubén se levantó de la siesta y se fue al club, yo iba ir un rato al cementerio pero llovía así que me quede tomando mates y mirando tele.
El reloj dio las seis, siete, las ocho, las nueve, el Rubén llego del club y se fue derechito a la pieza de Gabi, abrió la puerta y dijo: - ¿dónde carajo esta esté pendejo mal criado?
-No sé, hace desde las doce del mediodía que no da señales de vida.
-Me cago en él, yo pensé que la edad del pavo ya se le había ido.
-Déjalo Rubén, que se distraiga un rato, si lo tenemos acá adentro lo vemos con cara de culo y no sabes que le pasa y no nos va a decir tampoco y nos vamos a poner de mal humor todos otra vez.
No dijo nada, se sentó y se puso a leer el diario como de costumbre y yo me puse a cocinar.
El reloj dio las diez, las diez y media y Gabi no venía, me estaba preocupando ya. A las once sonó el timbre, el Rubén se había acostado, yo estaba levantada tejiendo.
Fui a ver, era la policía, madre mía el susto que me pegue.
-Hola ¿ Usted es la señora Teresa de Pérez? Dijo uno de ellos.
-Sí, soy yo, ¿en que lo ayudo?
-Usted y su marido tienen que acompañarnos.
-Pero, pero… ¿Que hicimos nosotros? No entendía nada, me había quedado helada.
-Nada señora, el problema es su hijo. Dijo el otro policía.
-¿ Que le paso? ¿Está bien? Grite yo asustada.
- ¿Que pasa negra? Grito Rubén desde adentro.
-Rubén veni que no sé qué paso con Gabriel, está la policía acá. Grite yo.
Rubén vino y no entendía nada como yo, nos subimos al auto y yo no pude contener mis lágrimas, ninguno nos decía nada, no sabía que había pasado con mi bebé.
El Rubén me abrazaba. Llegamos a el hospital y yo me imaginaba cualquier cosa menos que estaba muerto.
Entramos a la morgue y yo no lo podía creer, ahí estaban Rosita, la mami de la Flor y Jorge el papá.
Jorge se acerca y nos dice, Estaba embarazada, aborto y cuando Gabriel la encontró ya estaba muerta, agarro un cuchillo y se cortó la garganta.
Mis lágrimas eran incesables, me acerque a Rosita y nos abrazamos y lloramos juntas un largo rato, después nos sacaron afuera y nos dieron una tasita de café a cada uno.
Los enterramos juntos en el cementerio de la Recoleta, al estilo Romeo y Julieta, con una estatua de una pareja con un bebe en brazos, que un artesano amigo nos donó, es tan triste. Todavía hoy antes de dormir recuerdo todas las etapas de la vida de Gabi, los mejores momentos pero no puedo evitar verlo ahí, en esa heladera, alado de su amada, o en ese cajón, dormido, como la última vez que lo vi dormir, callado, silencioso y pálido. Mi vida no volverá a ser como antes, ya no abran partidos de futbol en familia, ni mediodías, ni tardes de domingo ni cenas familiares. Siempre va a faltar un regalo abajo del árbol de navidad y un huevo de pascua en la mesa.
No voy a ver crecer a mi nieto, no voy a poder volver a sonreir.