… Y bien, ya estás aquí, sólo, como casi siempre estuviste en vida. Sin embargo alguna vez fuiste idealista, cuando tus sueños de juventud se hicieron realidad al terminar la residencia en el hospital graduándote de médico pediatra, te casaste con una compañera tuya que también conjugaba el verbo ayudar a los demás. Te acuerdas que además de tu trabajo en el hospital donde fuiste aceptado con muy buen sueldo, trabajabas en el dispensario más humilde en la colonia miserable de tu ciudad y lo hacías sin beneficio económico, sólo por solidaridad con los pobres. Pero, ¿dónde se quedó olvidada tu alma? ¿En qué rincón fue despojada? ¿Sería acaso por los pechos de miel y de serpiente de las estudiantes de enfermería? No supiste el cómo fue, que de repente te llenaste de bellas musas y juraste el nombre del Amor en vano.
Al hacer presa de ti la lujuria olvidaste a la divinidad cristiana, ya que para tu alma sólo existía la belleza de la mujer, de la mujer en general no una en particular. Y conociste el poder del dinero, además las bellas damas son caras y más los dos divorcios que tuviste que afrontar. Primero fue el sindicato, luego te convertiste de un buen pediatra en un mal director del hospital. Y tus sueños de ayudar al necesitado ¿Qué pasó con ellos? Se fueron al drenaje de las cosas inútiles y cuando viejo y cansado moriste ¿qué obtuviste?
Nada, la indiferencia del mundo, el odio de tus hijos que en honor a la verdad no supiste cuantos fueron tuyos, el desprecio de tus mujeres y el inmenso vacío de tu vida.
Ahora reposas en una tumba abandonada en el sueño eterno de la NADA.