Esa canción que siempre sonaba de fondo, esos muelles tan chirriantes de tu cama, esa maldita luz que siempre parpadeaba, la figurita de tu estantería que me miraba con ojos de pena mientras esperaba a que me miraras y te dieras cuenta de que estaba allí, esa saliva tuya tan dulce y armaga a la vez, esos apuntes con garabatos en los bordes, esas frases que me decías al oído mientras mirabas de reojo a tu ordenador, esos arañazos en mi espalda, esa amarga baja, amarga baja...
Esa canción otra vez, pero ahora aquí, mi cama no chirría, pero, te veo, de noche, te veo. La luz sigue parpadeando, y la figurita ha cambiado por un viejo estuche de maquillaje. La saliva la ponen otros, pero realmente eres tú, aunque esta vez no es ni dulce ni amarga, insípida. Los apuntes son míos, y es raro, pero tienen orden, y no tienen gracia, no tienen dibujos de cosas inentendible, sólo letras. Los discos rayados me dicen las frases bonitas. De arañazos, ni hablamos.
La luz esta me marea, así que voy a cerrar los ojos para volver a mi paraíso personal de figuras tristes. |