Que me perdonen todas las mujeres por no haberlas saludado ayer. Habría sido fácil sumarse a esa empalagosa prebenda que los hombres les brindamos a las féminas en esta especial ocasión. Ya sé que existe un argumento histórico que avala esta celebración, que es uno más de los muchos hechos en los cuales las mujeres han sido discriminadas, abusadas y menoscabadas.
Ayer, para mí, no fue el día de la mujer, sino el día de la culpa de todos los hombres que han barrido con la honra de sus mujeres. Ellas, frágiles de contextura, pero fuertes y positivas, han sabido abrirse camino en esta sociedad machista, transformándose en protagonistas de nuestra historia contemporánea.
Madres, hijas, señoras, señoritas y niñas, mujeres todas, agradezco que existan y se permitan acompañar a estos osos vulgares que somos la mayoría y que nos impregnen de dulzura y delicadeza; que nos permitan soñar y luchar codo a codo con nosotros para lograr objetivos comunes.
Ayer, fue la conmemoración de la vergüenza. Hoy, mañana y siempre, es y será el día de todas las queridas mujeres…
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