Minucias 3 Ángel de mi Guarda
Un maestro aseguraba que podíamos conocer el nombre de nuestro ángel de la guarda. No le di importancia, hasta que un año, por la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, hice oración y respetuosamente dije a mi ángel de la guarda: He sabido que algunos conocen el nombre de su ángel de la guarda. ¿Me puedes decir el tuyo, si no hay inconvenientes? Ese día no pasó nada, pero al siguiente, me recordé de la petición y en ese momento me apareció nítido su nombre en mi mente. Así es que cuando me encomiendo a él, lo llamo por su nombre.
Un brujulano, que tenía la capacidad de ver mentalmente los diversos órganos de las personas y de hacer curaciones maravillosas me dijo:
- Padre Curita, vi a su ángel de la guarda. Mejor dicho, vi a sus dos ángeles de la guarda. Y tenían cara de importantes. ¿En qué se notaba que eran importantes?, pregunté sin inmutarme, porque ya estoy acostumbrado a cosas fuera de lo común. Eran más radiantes que los otros ángeles que he visto, respondió, y me contó varias visiones curiosas que había experimentado.
En dos o tres oportunidades, después de hacer oración, pedí al otro ángel que me dijera, por favor, su nombre, y nunca me respondió.
Un día comenté esto con la señora Anita, y en medio de la conversación ella habló con un tono solemne que no le era propio: “Yo soy un espíritu sin nombre que vengo de muy cerca del Espíritu Santo. Y tengo la misión de ayudarte para que des a conocer de una manera más clara y profunda la Palabra de Dios a tus ovejas”.
¡Vaya qué agradable minucia!
(De “El Cura de los Brujos”, que relata hechos paranormales que suceden en el pueblo de ese nombre)
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