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Aquel día se había presentado gris y había amenazado con lluvia. Esa poca agua que hubiera podido caer se agradecería mucho pues la tierra estaba totalmente seca y amarillenta. Además el calor y el polvo que se estaba respirando en los últimos meses eran asfixiantes. La poca gente que se encontraba en ese momento al aire libre estaba debajo de las lonas de unas falsas tiendas que servían de parasoles.

Todos y todas, once personas en total, siete hombres y cuatro mujeres, llevaban varios meses en ese lugar de Oriente Medio tratando de encontrar algo que el director de la misión no quería desvelar. Solo él y Sofía Reinante, su ayudante y alumna, sabían lo que estaba buscando.

Baltasar Buendía, que así se llamaba el director del campamento, era un hombre de 84 años de edad – una edad ya considerable para este género de búsquedas— Llevaba casi 60 años buscando algo que le hiciera famoso y poder entrar en la historia de las excavaciones. Sus viejos amigos, y contrincantes, ya lo habían hecho; Hermenegildo Buenavista lo hizo cuando a finales del año 1967 encontró el tablero y las piezas con las que invento el juego de ajedrez. Floripondio Batan lo hizo en el año 1986 cuando encontró en el monte Ararat los restos del puerto donde atracó el Arca de Noe. Y Calixto Rosales, un ex alumno suyo, lo hizo a principios del año 1993 cuando descubrió, por casualidad, los planos y la maqueta del caballo de Troya.

Él había participado en todas aquellas búsquedas, pero la suerte siempre le había sido esquiva y a pesar de haber estado antes, que sus ya famosos amigos, en aquellos mismos sitios en donde “ellos” habían conseguido la inmortalidad histórica, removiendo tierra y más tierra, fueron ellos los que por excavar unos centímetros más entraron en la historia por la puerta grande y él solamente como… extra.

Todo estaba tranquilo y silencioso como el resto de los días desde que llegaran a ese lugar. Solo algún que otro trueno lejano y esporádico solía romper el monótono silencio que embargaba la polvorienta llanura amarilla.

De pronto el campamento salio de su sopor cuando los gritos de albricias y eurekas emitidos por Baltasar Buendía llegaban hasta la boca del túnel, por donde se había introducido días antes y era expandido por todo el campamento.

Los hombres y las mujeres del campamento se echaron a correr todos en tropel hacia la boca de la mina, aquella que poco a poco habían excavado tierra adentro en eses largos nueve meses.

Los gritos de alegría eran, poco a poco, cada vez más espaciados en el tiempo pero no menos alegres.

Con calma, para evitar un corrimiento de tierra en el frágil túnel, hombres y mujeres fueron bajando en dirección a donde provenían los chillidos de júbilo de su jefe. El pasadizo era angosto, de unos sesenta centímetros de ancho por uno cincuenta de alto. Por lo que todos tenían que pasar o bien agachados o bien a gatas. Las suaves luces de las linternas iban iluminando su camino.

Cuando llegaron a junto de Baltasar Buendía lo encontraron adosado a la pared frontal de la boca del pasadizo que llevaba a aquella pequeña sala donde había estado removiendo tierra y piedras en los últimos tres días. A un lado de él se encontraba todavía la comida intacta que le habían bajado. Baltasar llevaba tres días sin comer nada. Parecía estar dormido de pie pues no se movía y tenía los ojos cerrados. Solo se le escuchaba su fuerte respirar de la emoción que le embargaba.

Sofía Reinante se apartó del grupo de ayudantes y se le acercó. Se le puso delante y se le quedó mirando fijamente sin decirle nada. Al cabo de unos minutos —que más bien parecieron horas—, Baltasar Buendía abrió sus ojos y le devolvió la mirada. Luego, como viniendo de un sueño, se acercó a la horadación que había en la pared que tenia enfrente de él. Alumbró con la linterna a su interior y constato que aun estaba allí lo que hacia poco había descubierto.

De un rápido movimiento, que no denotaba la edad que tenia. Se dirigió hasta Sofía Reinante y le dijo:

. – Echa una mirada adentro y contempla al único, al más grande, a lo que nadie podrá igualar. Eso que está ahí adentro tiene su nombre y desde ahora tendrá mi apellido. Como El Pensador de Rodin, La Venus de Milo, el David de Miguel Ángel.
. – Si es quien usted dice que es, no quita de que tiene razón –contestó Sofía Reinante –mientras se dirigía hacia el hueco en la pared.

Al alumbrar a su interior pudo ver la momificación de un cuerpo masculino en perfecto estado de conservación, con todos sus atributos varoniles en exposición. Lo primero que pensó la ayudante de Baltasar Buendía fue, que fuera de quien fuera ese cadáver estaba muy bien dotado. Que la mujer que lo hubiera disfrutado hubo de haber quedado muy, pero muy, satisfecha.

. – ¡Uhmmmm! No se que decirle señor Baltasar, está en muy buen estado y la verdad no parece tener tantos años. Tendremos que hacer muchas pruebas, análisis, comparaciones, nadie mejor que Usted sabe de que va esto. –Contestó Sofía todavía con la cabeza metida en el hueco sin apartar la vista del miembro varonil que tenía momificado delante de ella—
. – Pe… pero todavía tienes dudas teniendo la prueba delante de tus ojos. —Le contesto Baltasar Buendía. — Mientras se acercaba a la bandeja llena de polvo que estaba en el suelo y agarraba un bocadillo que estaba envuelto en un papel celofán.
. — Hay que hacer la prueba del carbono 14, La de la….
. — Haz todo lo que quieras Soffie. — interrumpió Baltasar Buendía. —Y deja de mirar solamente para ese falo milenario y constata la verdad de su origen.
. —Si no digo que Usted no pueda tener razón – contesto Sofía Reinante mientras sacaba la cabeza del agujero de la pared – Pero acuérdese de los últimos fallos. ¿O se olvido de la burla a la que fue sometido por la ciencia y por los otros arqueólogos. Cuando dijo haber encontrado la cornamenta del Minotauro de la península de Creta. O de cuando les mostró la flecha con la que mataron a Aquiles el hijo de Pereo. O de…
. — Basta ya Sofía – interrumpió Baltasar Buendía – no recuerdes mis leves fallos. Todo eso es agua pasada. Esta vez no estoy equivocado. Esta vez no, rotundamente NO. Lo que esta ahí delante de tus ojos es Él. El primero. Nuestro primer espécimen humano. La obra divina. El barro hecho carne. El comienzo…
. — Pero… ¿Por qué está tan seguro de que es Él? – Contestó perpleja Sofía Reinante –
. –- ¿Seguro? ¡Seguro dices! ¿Acaso… no lo ves?

Sofía Reinante volvió a introducir la cabeza en la abertura de la pared y desde adentro se escucho su voz como de ultratumba.

. –- ¿……? No.
. –- ¡Que le vamos a hacer! – Contestó su mentor— ¡No has aprendido nada en estos últimos años que has estado conmigo!
. –- Pero… ¿Qué tengo que ver? Volvió a contestar Sofía, mientras revisaba de arriba hacia abajo el cuerpo del hombre momificado. Volviéndose a detener su vista, inconcientemente, en aquel miembro viril.
. — Nada Soffie, nada. Solamente mira para su vientre y dime que ves.
. — ¿……? No veo nada. Solo veo el vientre plano. ¿Qué tenia que ver?
. –- Pues eso Soffie. Nada, nada de nada.

Y diciendo esto se dio media vuelta y meneando la cabeza se dirigió hacia el grupo de ayudantes que estaban a la espera en la boca del túnel de salida, que a medida que se le acercaba se iban apartando para dejarle paso a la vez que se iban acercando al lugar en donde estaba Sofía.

Texto agregado el 28-07-2004, y leído por 884 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
15-08-2004 ¡¡ Ups !!, excavación. airedevalencia
15-08-2004 ¡¡ vaya !!, después de tantos datos, pensé que le ibas a dar la satisfacción al protagonista de encontrar "algo", en fín ... en la próxima excabación será. Un gusto leerte y ciertamente muy entretenido y bien narrado. Beso y mis estrellas. airedevalencia
11-08-2004 Hermoso texto. Entretenido e ingenioso, divertido. Bien escrito. ¡Me gustó! Un abrazo. Shou
11-08-2004 Te felicito, muy entretenido. libelula
08-08-2004 Ah, un detalle: cuidado con las frases demasiado largas. Salu2... Vlado
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