Llegué a la puerta de su casa, él no me conocía y me atendió gentilmente, me hizo entrar y tomar asiento, al mismo tiempo me ofreció un vaso de agua. Después de todo me preguntó quién era y en que me podía ayudar, le dije que era un vendedor de seguro, él gentilmente me señaló que por el momento no lo necesitaba; me expresó que tenía muchos problemas económicos debido a la enfermedad de su mujer, que había sacado dinero de donde no tenia para su recuperación, hasta tal punto de encalillarse con un prestamista mafioso, me hizo notoria su preocupación, ya que hace meses guardaba una deuda con él. Justo en ese momento suena el teléfono, responde, era su mujer que le comunicaba que el último examen le había salido bien, y que su hermano lo tenía considerado para un trabajo por más de un año.

Ese tipo era un buen hombre, pero el mundo de los negocios es ingrato. Me pongo de pie y saco mi pistola Sig-Sauer P220 con silenciador, le doy tres tiros en su frente y me retiro a cobrar el suculento cheque que el mafioso me ofreció.