A menudo leo en la página de Los Cuentos poesías sobre el amor. Algunas me conmueven pues de alguna forma me siento identificado con ellas. Sus creadores me parecen personas que no tuvieron el valor de saltarse las normas establecidas en su época, y perdieron la oportunidad de convertir sus existencias en una aventura grandiosa, única.
En mi opinión, la ambición, el anhelo, el deseo, las ganas, en resumen la codicia, no son malas pues te estimulan, incitan, empujan a buscarte la vida.
¿ Para qué serviría ésta, si nada se le exige?
En particular cuando escriben sobre el amor y de lo que éste les dejó en el devenir de sus vidas. Amores que no mueren. Que los marcaron de tal manera que los consideran inmortales.
Amores que dejaron y aún producen dolor al cual pueden acceder con facilidad para el gusto de muchos, y me cuento entre ellos. Una especie de dolor que aún revive y explosa especialmente en aquellos días negros que todos tenemos y que algunos llamamos nuestras pequeñas muertes.
Sin embargo, que yo sepa, nunca hemos lamentado el tiempo que vivimos ese amor, el tiempo que pasamos juntos. Aunque sea una vez en la vida, hay que experimentar el amor verdadero, ese que se da libremente...si no es así, carece de valor.
Y muchos se dicen a sí mismos: "Aunque no había conocido a nadie como tú, una parte de mí lamenta haberte conocido ya que ahora, de alguna manera siento que tengo un vínculo contigo y ya no volveré a ser libre jamás."
Tan numerosos son los que sólo creen en lo que ven. No tienen la menor idea de lo cercanos que están el amor y el odio, y de la manera que uno da fuerza al otro.
¿ Acaso un amor correspondido te ancla como a un barco en medio de una mar embravecida? Mucho se habla y mucho se alaba el poder del amor. Pero a mí me hizo daño, pues el amor si no se da libremente, carece de valor y si es solo uno el que ama, ocurre lo de siempre: para bailar un tango se necesitan dos.
Por otra parte, cuánta desesperanza hay en el dolor que surje con la muerte de un ser querido y, con todo ese dolor, no hay manera de cambiar el hecho de su desaparición ni de sepultar la certeza de que un día llegará la tuya.
Pero la vida sigue y ya se divisan entre nieblas matinales y el calor suave de la tarde, los amores del otoño, rodeados de las hojas caducas de nuestro árboles centenarios... |