LA ESTRELLA BONDADOSA. CUENTO INFANTIL.
Las brillantes estrellas están sujetas al manto del cielo, porque mamá Luna las cosió por sus puntas, para que no la sigan en su ronda de alumbrar la noche.
De estas estrellas había una muy curiosa, le encantaba mirar hacia la tierra.
Era pequeña, pequeñísima, era apenas un punto de luz. Cierta noche vio que había un incendio en ese lejano lugar.
-¿Qué será lo que pasa allá abajo? , preguntó con su pequeña voz, pero ninguna de sus hermanas le contestó, se limitaron a pestañar al ver eso tan raro.
En los campos de la tierra, después de las cosechas quedan muchos rastrojos; los campesinos esperan unos días, para que el sol los seque y luego los queman.
Lo que les cuento, sucedió en un fundo del sur. Los patrones veraneaban en la playa, oportunidad que aprovechó un peón para eliminarlos; así el humo no molestaría a la casa patronal. Este jornalero estuvo todo el día pendiente de la hoguera; al atardece, cuando no vio más llamas se retiró a su vivienda.
Ya muy de noche, se escucharon graznidos, galopes, aullidos. El viento dispersó el rescoldo y se produjo un incendio que arrasó con todo lo que encontró a su paso.
Las caballerizas, graneros, corrales, todo; todo se quemó. Los asustados caballos rompieron con sus cacos las trancas de las caballerizas, y huyeron a la cima de los cerros. Desde ese tiempo se ven manadas de ellos que viven libres, los llaman baguales. Sólo un caballo negro no pudo orientarse, a causa del humo. Herido y casi ciego al fin pudo escapar, y caminó, caminó sin saber a donde ir.
Entonces levantó su cabeza hacia el cielo, y apenas divisó una estrella pequeñita que se encendía y se apagaba. Era la estrellita curiosa.
El caballo negro, sin darse cuenta, más por curiosidad, comenzó a caminar siguiendo los pequeños destellos de ese punto de luz, hasta que llegó a un estero donde bebió y refrescó sus heridas. Moviendo la cabeza, pudo lavarse los ojos con sus crines, pero aparte de limpiarlos no le sirvió de mucho. El fuego y el humo casi le apagaron la luz que permite mirar. Por eso decidió quedarse a vivir cerca del estero, pues era el único lugar dónde quedaba algo de hierba.
Pasaba todo el día solo, pero al llegar la noche se alegraba mucho ya, que podía divisar a su estrella-amiga. Levantaba su cabeza y entre relincho y relincho ( que es cómo hablan los caballos), le contaba cómo era su vida antes del incendio; cuando corría por el campo con el hijo del patrón sobre su lomo o cuando hacía carreras con los otros potros del fundo.
La estrellita le comentaba:
-¡Debe ser bonito poder correr por diferentes lugares! ... En cambio, yo, como soy
muy pequeña permanezco siempre dónde mismo, pues si me descoso del manto
del cielo caería al mar y me apagaría para siempre ...
¡Amigo! ... ¿ Por qué no corres por todo el mundo, y a tu regreso me cuentas de las maravillas que viste?
-Qué más quisiera, yo! le respondió el pobre caballo, pero, acuérdate, que con el calor y el humo del incendio mis ojos quedaron tan débiles, que se están apagando cada día más.
Al oír esto la estrellita se encogió de pena, se encogió tanto, tanto que se descosió del manto del cielo, y empezó a caer hacia la tierra.
¡Si no hubiera sido porque el caballo negro levantó la cabeza justo a tiempo, y de casualidad la recibió en medio de su frente; la pobrecita habría caído en medio del estero, apagándose para siempre.
Muy asustada se apretó a la frente de su amigo, y ahí se quedó muy quietecita ...
Y ... ¡Ooh!... ¡Sorpresa! ... ¡Los ojos del caballo negro comenzaron a ver como antes!
La estrellita, sin moverse ni pizca, le dijo muy seria:
-¡Oye, lo que cae del cielo, no vuelve a subir! ... ¡Yo me quedo contigo, “para siempre” . Juntos recorreremos todito el mundo!...
Y el caballo negro en un feliz relincho le dijo que bueno.
(Por eso, cuando ustedes vean un caballo negro, con una estrellita blanca, en medio de su frente… Pueden ser estos dos inseparables amigos, que vinieron a conocer esta parte del mundo! )
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