Cuando me preguntan ¿Cómo puedes juntarte con ese tipo? Yo sencillamente respondo que lo conocí antes de su enfermedad, que fue mi primer amigo en el barrio y ha estado en contacto conmigo durante más de veinticinco años. Recuerdo como si fuera ayer cuando pasaba todo el día en su casa viendo la televisión, esperando la hora de tomar el té, para que su madre nos preparara algo rico de comer. Alfredo era mi amigo, independiente de cualquier enfermedad que pudiera tener.
El Lunes llegué a su casa con la intención de que me acompañara de visita donde mi suegra a dejar un encargo, él se encontraba completamente lúcido, era un agrado verlo así; despertó y me dijo de inmediato que sí. Tomamos el bus por la mañana, conversábamos de actualidad y deportes, él muy inteligente, siempre tenía algo interesante que comunicar, el viaje fue entretenido, conversamos por más de una hora y recordamos muchos momentos célebres de nuestra amistad.
Mi suegra nos esperaba con un rico almuerzo para reponer las energías disipadas por el viaje, Alfredo y yo, famélicos, esperábamos el plato de comida muy ansiosos; me percaté de que faltaba bebida y partí al negocio de la esquina a comprar una, al volver, me encuentro con una no muy grata sorpresa. Entro al comedor y ahí estaba Alfredo con un buen aperitivo, un pisco sour tenía en sus manos, corrí lo más rápido que pude para quitárselo de las manos, pero mi suegra me señala que ya es tarde, que se ha tomado por lo menos cuatro. Miro sus ojos y me percato de su mirada perdida, su nariz ya está roja y la sonrisa plástica ya abunda en su rostro.
Alfredo ya está en estado de ebriedad, necesita sólo unas gotas de alcohol para que empiece el show.
Comimos muy rápido, Alfredo hablaba y hablaba, tras cada palabra suspiraba y el llanto se venía llegar muy pronto, así que me pidió unos segundos para tomar aire en el patio delantero de la casa. Pasaron veinte minutos y no se veía , entusiasmado hablando con mi suegra perdí la atención de él; salí a buscarlo a la esquina y allí estaba tomando una cerveza nada más y nada menos que con el travesti más desordenado del sector, le juraba amor eterno, le prometía el cielo y la tierra, tuve que llegar rápido para alejarlo de él (ella) fue tanta la molestia que sintió cuando me vio, que descolocado me gritaba que yo nunca iba a cambiar, que siempre le molestaba que lo viera con una mujer guapa y que no deseaba lo mejor para él; me dio entre risa y rabia, yo le explicaba que era un travesti, que sin menospreciar su condición de homosexualidad, él se arrepentiría, porque ellos no eran de sus gustos, sino más bien el alcohol que tenía en la sangre le estaba jugando una mala pasada; no entendió, lo beso efusivamente y le prometió que volvería para consumar su amor. Le expliqué una y mil veces que se trataba de un transexual, nunca entendió.
Caminamos por avenida Do Santos al centro de la cuidad, lo llevaba tomado del brazo para reforzar su equilibrio, a cincuenta metros él divisa a una bella mujer parada en las afueras de un negocio. ¡Vamos por ese lado! Señaló, quiero apreciar su hermosura; ¡Alfredo por dios! -Exclamé, ya ni vez bien, acompáñame por favor si eres mi amigo; lo acompañe y guarde silencio todo el transcurso. ¡Qué bella es!- Manifestaba una y otra vez, es muy seria, eso me llama la atención; amigo sabe que la estamos mirando, mira su postura, ni se mueve para lucirse. No aguante más la risa y le expliqué de que se trataba de un maniquie, no me creyó hasta que toco su estructura de yeso.
Llegamos al centro de la cuidad dispuesto a tomar la locomoción colectiva para volver a casa, pero antes tenía que pasar a la farmacia para comprar un remedio; dejé a Alfredo esperando afuera por mientras , sólo me demoré diez minutos y desapareció de mi vista. Caminé tres cuadras y allí estaba conversando con una mujer y su hijo que mendigaban unas monedas en la calle, me vio y me llamó, me dijo-¡Amigo!- acompáñame a los tribunales de familia de inmediato, no soporto tal situación, quiero reconocer a este muchacho y hacerme cargo de él, para que así esta mujer no mendigue más; me conmovió, pero esta idea era absurda, a él todavía lo mantenía su madre. Vámonos por favor que se hace tarde, fue lo único que dije.
Sentados en el paradero pasa un sujeto con una gorra parecida a la que había perdido hace algunos meses, Alfredo se la quita y me la pasa, el hombre exaltado nos insulta y amenaza con ir a la policía, le explico a mi amigo que es parecida, pero no la misma, que se la devuelva o nos vamos presos; me dice que no le importa, que son mis bienes y que me ha costado conseguirlo, le expreso que la devuelva ,por la amistad que tenemos ,me mira irritado, la devuelve y me dice que soy el idiota más grande que ha conocido. Todo quedó en nada, le pedí un millón de disculpas al sujeto, gracias a dios entendió todo y se fue tranquilamente.
Subimos al bus y se durmió, por fin pude descansar. Llego a su casa y lo recuesto sobre su cama; agotadísimo me dirijo rumbo a mi hogar, entro directamente a mi habitación y me estiro mirando el cielo, cuando de pronto suena mi teléfono móvil, era mi suegra regañándome por el comportamiento de mi amigo Alfredo, me señaló que daba tan mala imagen al lado de ese muchacho alcohólico, que no era conveniente , por el bien mío y de su hija que tuviéramos esa amistad. Le corte el teléfono y pensé.
Cuando niño, estuve tan enfermo que la muerte me tubo en sus brazos, mi sangre B(-) era muy difícil de conseguir, gracias a dios el niño con que me crié poseía el mismo tipo, se desangraba día a día para darme minutos de vida y una pronta recuperación. Eso no lo sabe nadie, que yo vivo gracias a él.
Ahora está enfermo , y como lo hizo cuando niño, cuidaré tanto de él hasta que lo vea sonreír y salir del abismo en que está sometido, en ese que yo también estuve y él me sacó.
Cuando me preguntan ¿Cómo puedes juntarte con ese tipo? Yo sencillamente respondo que es mi amigo.
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