Nunca te vi, pero te soñé, quizá con la misma intensidad, que soñé tantas veces a tu madre.
Con la esperanza de ver en esos ojitos recién nacidos el futuro, en esas manos tan pequeñas la tibieza y la inocencia. Por sobretodo la inocencia.
No tuve tiempo de conocerte, como tampoco pude conocer a la mujer en que se convirtió mi niña.
A vos te robaron el pasado, a mi me dejaron sin mañanas, sin tardes, caminando una noche larga.
Hoy dicen que te encontraron, al fin, que sos un hombre. Y que no querés verme.
No me doy por vencida, soy una vieja porfiada, y sé que aunque el odio y el dolor dejan sus huellas, el amor se cuela como el agua inundándolo todo.
Ya estoy un poco cansada, sin embargo y quiero que mis últimos paseos puedan ser hasta tu casa.
Mirame a los ojos, soy tu abuela. Una madre, sin hija, una mujer que vivió para encontrarte.
Plaza de Mayo, Argentina
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