Mi vieja madre se sienta a ver TV y despotrica con los “peloteros” (futbolistas) que se adueñan de los boletines informativos, se llora todos los dramas pasionales, crímenes y abusos surtidos que conforman las noticias y trata a los lectores tal si fueran parte de su familia: “¡Que bonita la blusa que se puso hoy la Karinita! Se está poniendo guatón este niñito. Pucha, de nuevo comerciales. Hola Benjamín” Con el tiempo, ha perdido la capacidad de profundizar en los temas y se queda navegando en la superficie, chapoteando frases sin mucho peso. Yo le aclaro que el asunto va más allá, que la colusión trata de esto y lo otro y no de aquello. Pero su mirada de abuelita, ve lo que quiere ver y denuesta a quienes no debe, formándose un enredo en su cabeza que ni ella entiende de qué se trata.

Ayer, comenzó un programa en donde una connotada figura de la TV fue ingresada en una modesta casucha, en la cual habita una esforzada mujer con sus dos hijos. Ella es recicladora, vive de la recolección de papeles y cartones, los que luego se encarga de vender, por lo que recibe un pago mísero que le permite mal vivir. La mentada mujer, se horrorizó al ver el nivel de pobreza de esas personas, se asqueó con sus costumbres y trató de imponer orden, encontrando la resistencia de la dueña de casa, que supo imponer sus términos. Como es de suponer, la mujer de la TV se aquerenció con esas personas, recibiendo también su cariño. El final, fue un festival de lágrimas, verdaderas o fingidas, eso no lo sabemos. Puedo dar fe que mi madre se lo lloró todo y masoquista como ninguna, se instaló con pañuelo y todo a secarse su único ojo que deja escapar lágrimas. Yo le traté de explicar que todo eso es un show, que la mujer de la TV tiene que haberse embolsado una millonada para aceptar dicho reto. Que los pobres continuarán siendo pobres y esa es la única verdad rotunda. No hubo caso, ella cree todo lo que ve, pero a diferencia de Santo Tomás de Aquino, lo transforma e idealiza. No valen mis razonamientos, me trata de comunista, resentido social y otros apelativos acuñados en tantos años de lectura de cuanto mamotreto se le pusiera por delante.

Peleamos por todo, pero ella continúa siendo mi madre y ruego a Dios que me comprenda como comprende a los tantos seres ficticios que le invocan lágrimas…