Todos los días.


Los días lloran, lloran todos los días.
Y me despierto cuando Dios ya se ha ido,
cuando los días se vuelven niebla.
Espero la tortura de un suspiro.

Deseo quemar esta tierra que envejece,
desbaratar el átomo, morder mi risa.
Miro los recuerdos de la almohada
y siento dicha.

Lloran todos los días,
mientras mis manos se quiebran.
Mi corazón es un inquieto esbozo
nublado de melancolía.

La mujer de mis endechas se ha ido,
la triste mirada del cielo moja su partida.

Camino sobre las tripas de la tierra
y mis pisadas se hunden sobre el negro barro del mediodía.
Un zorzal me canta su tristeza,
yo le canto la mía.
Y los días que lloran,
y el consuelo es esquivo.

Mis manos han muerto de frío.
En las calles de Ancud se perdió mi alegría:
las últimas tardes de mi vida,
el último faro de mi vida,
los últimos mares de mi vida.

Lloran todos los días,
al recordar la infancia perdida.
Al ver la indiferencia ganada.
Al recordar a la mujer amada
Y saber que su sonrisa ya no es mía.