Recuerdo de Adioses.


Las tristezas de mi vida siempre comienzan con tu adiós.
Cuando veo que tu espalda se transforma en una inevitable despedida
y los perros que aúllan al ver mi decidía.
¿Qué hago ahora si los viernes ya no son promesas?
¿Qué hago ahora si sólo veo tierra podrida?

Cuando vuelvas te esperaré con un disco de The Cure en mi mochila.
Con mis manos dispuestas a conversar con tu carne.
Mis dedos recuerdan cada centímetro de las viejas alegrías,
de las ondulaciones de tu cuerpo y la profundidad leonina de tu pelo.

Recuerdo la edad de las calles vacías,
las noches cuando Quellón ardía
y una mujer me contaba sobre su desdicha.
Las aguas se la comían
y yo me sentía como el bostezo de un gato
o como los pasos de un girasol.

Y las tardes maravillosas de los panes con manjar
que de mi vida se extinguían.
Y el día en que no te besé
se me pega al paladar como mi lengua vacía.

Cuando vuelvas te estaré esperando en el faro de Corona
junto a los barcos hipnotizados que aún buscan una guía.
Y Robert Smith le canta a su novia sobre un acantilado:
You,
just like heaven…
Yo recuerdo esos cielos que se escondían en tus ojos
y me hablaban de las leyendas mapuches.
Recuerdo tus ojos de cielo y también pienso:
You,
Just like heaven…

Cuando vuelvas te esperaré con la tristeza del último día,
con la frágil esperanza de que ese día no perezca en promesas vacías.
Te esperaré cuando el sol ya esté dormido,
cuando la noche mate a todo el mundo
y los perros ladren la melancolía de saber que aunque no estás,
siempre estás conmigo.