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EL MEJOR ENCUENTRO DE MI VIDA
Camino por las calles de mi ciudad, con la vista nublada
mis pensamientos, no tienen respuesta, no tienen llegada...
Tropiezo y no logro resolver si vuelvo a casa o voy hacia la plaza...
Una amiga, un amigo... ¡Por Dios que me hacen falta!
La gente pasa a mi lado, si supieran cómo está mi corazón de angustiado.
Quiero gritar, quiero con fuerza llorar, quiero unos brazos
que envuelvan mi cuerpo, y sosieguen este llanto
que no puedo evitar.
No sé como llegué, pero sé que es aquí donde quiero estar,
un gran edificio frente a mí con sus puertas abiertas
me invita a pasar.

Entro al lugar y me detengo a observar.
Bancas vacías muy bién alineadas en el espacio.
Un pasillo se abre ante mí y camino por él...
La luz del sol entra suavemente por las ventanas
que, sin cortinas dejan ver hermosos vitrales
los que formando hermosos abanicos y arcoiris
de colores quieren provocar paz en mi alma, pero...
Y ya al final del pasillo puedo ver al lado derecho
una mesa antigüa que provoca nostalgia y recuerdos.
Sobre la mesa un hermoso florero alto, de vidrio
con un arreglo que parece haber sido sacado
de la más cara florería... frondoso, fresco.

Dos platillos que parecen ser de real importancia en el lugar,
y un libro de finas hojas y tapas de cuero sobre un pequeño pedestal.
Al lado izquierdo, un pupitre... y pienso...
¡cuántas enseñanzas han pasado por él!
A cuantos ha visto crecer, casarse y morir...
Me giro y frente a frente en mitad de la muralla
está lo que verdaderamente me ha traído aquí,
sin darme cuenta caigo de rodillas y no logro detener
las lágrimas que de manera insistente
comienzan nuevamente a caer por mis mejillas...
Una cruz de madera tallada se alza frente a mí...
Pero está vacía... vacía...

¡¿cómo?! estaba segura de encontrarte aquí Señor,
estaba segura que me esperarías aquí...
Es que aprendí de pequeña que fuiste clavado a un madero,
¡que sufriste, te maltratron, te humillaron!
Y agonizante... aún así perdonaste... ¡perdonaste!
Oh Jesús, estaba segura de verte acá, necesitaba encontrarme contigo,
hablarte... que supieras que te necesito ¡Oh Jesús, cómo te necesito!
Esta es tu casa, y sé que escuchas y respondes ¡lo haz hecho otras veces!
Y este silencio... ¡no comprendo este silencio...! Tu ausencia...

Espero... espero... y el silencio parece atravezar mi pecho,
enfriar aún más mi corazón. Y ya sollozante, me dejo llevar
y mi voz comienza a suplicar ayuda, necesito sentir que Jesús
acude a mi llamado como lo hizo en el pasado con todo el que
pedía su guía, sanidad, protección, perdón y amor...
Y lo que busco con desesperación en este día,
en esta hora, es sanidad ¡por favor, sanidad!
El diagnóstico ha sido fulminante, cáncer en cuarto grado
se ha depositado por todo mi cuerpo sin haber respetado mis 35 años.

Y aquí estoy, continúo esperando, mientras mi cuerpo se extiende en el frío suelo
y mis gemidos que por momentos son gritos deseperados
y mis lágrimas ya han humedecido el suelo.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero ya me he calmado.
Mi llanto se ha aquietado y el suelo ya no lo siento tan frío, tan helado...
Escucho unos pasitos casi juguetones que se detienen a mi lado...
Pensé que a esta hora nadie llegaba por acá... por eso entré en solitario a orar .

Hola - Escucho una voz tierna, dulce.
Giro mi cabeza y comienzo a levantarme,
busco un pañuelo en mi bolsillo mientras imagino lo terrible
que seguramente me veo, chascona, colorada, con los ojos hinchados...

Hola, respondo con voz entrecortada y nerviosa.
Un niño de aproximadamente diez años me mira curioso.
¿Porqué lloras? pregunta desconcertado
Cosas de grande... no te preocupes, le digo esbozando una sonrisa.
¿Y tú qué haces por acá? ¿solo? ¿dónde están tus padres?
Mi madre está en casa, conversando con su prima, Elizabeth.
Y mi padre en el taller, esperando unas maderas que deben llegar
porque tiene mesas, repizas y sillas que atender.

Me siento en el borde de una de las bancas y el niño
se sienta en el suelo, anuda sus zapatos y levanta la mirada
hacia la cruz...
Lo miro detenidamente, su cabello es dócil y brillante,
su sonrisa es cálida y dulce...
Se vuelve hacia mí y su mirada... su mirada
¡Dios mío! me entrega tanta tranquilidad, sosiego, paz...
¡Qué tiene en su mirada...! comienzo nuevamente a llorar
pero ahora no es un llanto desesperado, es más bién aliviado
y siento que mi pecho florece y un ardor jamás antes sentido
me envuelve... y es agradable... y no quiero dejar de sentir.

Le escucho decir, ¿Estás nuevamente llorando Olivia?
Y su voz parece entrar en mi mente, en mi alma, en mi corazón...
Sorprendida pregunto ¿Cómo sabes mi nombre?
No he tenido tiempo de decirlo...
Y su rostro resplandece como el más bello sol de la mañana
y sus ojos brillan como la más reluciente estrella de la alborada
y sus manos toman las mías...
Y es un niño, un niño de ¿diez años?
pero cuánta seguridad siento con tan solo el roce de sus manos.
Se pone de pie y su figura al contrario de su estatura
infunde confianza, presencia plena, nobleza...

Olivia, te llamas Olivia, y... ¿te sientes mejor Olivia?
Mi nombre en su voz se escucha tan dulce, tan especial
que nunca antes en la voz de nadie escuché igual,
ni padres, ni hermanos, ni abuelos, ni enamorado...
Y recuerdo su pregunta y mi mente inspecciona mi sentir...
y sí, estoy tranquila... Creo que nunca me había sentido así.
Él pasa junto a mí y percibo un aroma a rosas, frambuesas, vainilla...
¿o es a almendras? no lo sé, sólo sé que me envuelve y me agrada.
Y su voz vuelvo a escuchar ahora como un susurro, como olas del mar
¿o es como un ruiseñor que en medio del bosque entrega
su melodiosa trinar?

Me dice dulcemente,me alegró saludarte en esta ocasión
y que te sientas mucho mejor.
Debo marchar ya que mi madre seguramente me busca ya.
¡Espera! Le dije con vos apresurada, ¡Qué bueno que vienes acá!
Alomejor nos podríamos volver a encontrar...
Yo entré buscando calma,sosiego, sanidad... y tú, pequeño
has brindado a mi alma una paz infinita; Refrescaste, renovaste
mi piel, mi sangre, mi karma...
Has abrazado y entregado seguridad a esta enferma
que dicen ya sin vuelta...

Y tomando nuevamente mis manos, me dijo...
Olivia, no temas a las tormentas que la vida presenta,
no te angusties si los problemas se multiplican mañana,
si dejas de ver a los seres que amas,
si todo en la tierra se estremece o el mar se agiganta...
Si miras la cruz y no encuentras a nadie... nada.
Porque Dios, tu Padre es tanto lo que te ama
que te bendice, te perdona y ...te sana.
Y dirigiéndose a la puerta de entrada
con una última sonrisa y mirada me dijo...
Tranquila hija mía, ya no tienes nada.

Texto agregado el 05-03-2012, y leído por 245 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
05-03-2012 ¡Magnífico! Por mi parte, siempre sostengo que Dios está en todos y en cada persona acompañando. No tanto para librarnos de las pellejerías de este mundo, sino para darnos salvación a través de ellas; para que todo nos sirva de salvación. ¡Mis 5! simasima
05-03-2012 Muy hermoso. Me conmovió leerte... susana-del-rosal
 
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