Es una sensación extraña. Todo ha sucedido muy deprisa. Nuestra expedición a las Islas Bermudas en busca de nuevas materias para exportar al Nuevo Mundo ha fracasado. Cuando entramos en aquel banco de niebla, el tiempo se detuvo, o se aceleró, no sabría decirlo. Las nubes rojas y negras se arremolinaron liberando huracanes y toneladas de lluvia. Se rompieron los mástiles del galeón y perdí el control del timón. Y mis hombres… mis hombres perdieron el juicio y la fe, saltaron por la borda cuando esa monstruosa bestia surgió envuelta en un torbellino de agua. Hincado de rodillas recé todas mis oraciones, pero eso no detuvo al animal de escamas nacaradas que embistió mi barco.
El agua pesa cada vez más y diría que mi cabeza reventará en cualquier momento. Aún puedo ver la silueta del reptil danzando entre los restos del naufragio, buscando algún otro sobreviviente que arrastrar conmigo al fondo del océano. Si pudiera dar marcha atrás… Pero es imposible, y mi descenso a las profundidades continúa, tropezando con los cadáveres hinchados de mis marineros. Por instinto volvería a rezar, estoy asustado, pero dudo que ni el propio Dios pueda escucharme aquí abajo. Es más, incluso dudo si sigo vivo o…
Mi cuerpo cae torpemente sobre una roca. Un serpenteante hilo púrpura sale de mi frente. Ha sido un duro golpe, sin duda, pero no siento dolor. Mis músculos están entumecidos, y sé que puedo moverme, pero no siento nada. Ni si quiera el tacto del agua helada que adormece cada poro de mi piel, y es normal porque, qué estaré, ¿a 3.000, a 5.000 metros de profundidad? Quién sabe.
Me incorporo. Definitivamente, creo que la presión me provoca alucinaciones. Una vasta cordillera de coral y cristal se extiende a mi alrededor en todas direcciones. Hay culebras traslúcidas que se deslizan en manadas entre las algas y medusas que centellean en cada pálpito más grandes que las embarcaciones hundidas que custodian. Intento fijar la mirada. De las arenas surgen montículos minerales cubiertos de líquenes que asemejan edificaciones fantásticas. Llamaradas de hielo y lava aparecen de la nada en silenciosas combustiones. ¿Qué es este lugar? Sí, debo estar soñando. Quizás sigo en mi camarote y nada de esto está sucediendo, pues es una ilusión maravillosa, casi placentera. Tanto que estoy aterrorizado.
Una figura se acerca a mí. Podría decirse que es un hombre, pero su cuerpo está cubierto de escamas y pequeñas aletas danzarinas. Cabalga sobre un caballito de mar monstruoso y porta un tridente en su mano derecha. No sé qué hacer. Intentar huir es absurdo, así que me quedo paralizado. Cuando le tengo enfrente, abre su mandíbula membranosa y deja ver varias hileras de diminutos dientes afilados. Emite un chirrido que me revienta los tímpanos, y cientos de seres afloran. Es una pesadilla, sin duda. Los que son como él arrastran entre los corales centenares de marineros de cuerpos hinchados y putrefactos. Les golpean, les mortifican, danzan a su alrededor. Las culebras se abalanzan sobre ellos mutilándoles y desfigurándoles, pero siguen moviéndose, inexplicablemente siguen vivos, padeciendo la tortura que les aplican.
Grito con todas mis fuerzas, pero mi voz se ve encerrada en una frágil burbuja que estalla contra la superficie, alimentando el regocijo del dragón marino que dormita sobre aquel siniestro lugar. Mi captor me inserta en su tridente y me arroja hacia los insaciables verdugos.
Ahora lo tengo todo claro. Aquello en lo que siempre creí era mentira. Puede que el Paraíso esté en el cielo, nunca lo sabré. Sólo sé que el Infierno está a 5.000 metros bajo la superficie.
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