Tu arte, un martes cualquiera,
despliega identidades ocultas,
como el cuerpo de una novia
en el deseado momento del himeneo.
Plasmadas en un naranjo de oro
el golpe maestro de tu desenvoltura,
las deja tatuadas en el alma y el cuerpo.
Son días frenéticos, para el recuerdo,
sin ninguna idea o reflexión religiosa.
Hundidos, atemporales, en el abismo
de una inacabable ruta de purificación,
el cometido es uno más entre todos,
flotando en los infinitos, misteriosos,
deslumbradores momentos circulares
en que eres la artista de una locura
que solemos llamar nuestro destino.