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Mario “Cachalote” Moretti jugaba de defensa. Hacían honor a su apodo un aspecto de gigante, rústico e intimidante, y una cabeza enorme. Cachalote era un buen defensa. A pesar de su tamaño era ágil y preciso. Y ni qué decir de su actuación en los tiros de esquina. Siempre subía a cabecear y había que ponerle dos para marcarlo. Era peligrosísimo.

También lo era cuando se calentaba en demasía y perdía los estribos. No soportaba que le hicieran más de una gambeta y ya no iba al balón sino a la pierna. Y lo hacía sin remordimientos. En esos momentos dejaba salir su verdadera personalidad y disfrutaba cuando el delantero caía. Cachalote era buen jugador, sí. Pero era mala gente,como se dice.

Eso de hacerse expulsar para evitar una gambeta era una tontería, pero así era Cachalote. No lo podía evitar. Sus compañeros lo soportaban por que era una muralla y el flanco izquierdo de la defensa estaba con Cachalote Moretti más seguro que con otros.

La esposa de Cachalote era preciosa y por ratos tonta. A pesar de toda su rudeza lo adoraba. O tal vez lo adoraba por eso. Y se sabía que la maltrataba. ¡Era un patán!

“Cinturita” Romero era una estrella no descubierta. Jugaba de delantero y tenía una cintura prodigiosa. Tenía un movimiento endiablado y era el rey de las gambetas. Los defensas nunca sabían para que lado saldría Cinturita y era especialista en desbordar por la derecha y hacer el pase de la muerte. Cuando enfrentaba a un defensa o a varios, parecía más bien que estuviera bailando. Movía su cintura para un lado y para otro, de ahí su apodo, y salía como una flecha por donde menos lo esperaban. Cinturita, hay que decirlo, era ladino como el que más. No dejaba ver para nada sus intenciones y casi nunca miraba de frente, estuviera dentro o fuera de la cancha. Esa forma de ser no le quitaba nada pues era un jugador excelente y se rumoraba que Fontain la Rosa, el famoso cazador de talentos, había oído hablar de él y que incluso ya lo había visto jugar.

Así que a nadie le sorprendió, aunque si hubo excitación general, cuando Fontain estuvo en las graderías y se le vio luego hablando con el dueño del equipo de Cinturita.

“Dromedario” Cortés, entrenador y dueño del equipo y antiguo jugador de primera división, le informó a Cinturita Romero que su traslado al Milán era casi un hecho y que sólo faltaba que algunos directivos lo vieran pues Fontain la Rosa ya lo había visto jugar y sabía de sobra de sus condiciones.

Mañana vienen los místeres a verte, pero no te preocupés, le dijo Dromedario a su pupilo. Hacé lo tuyo. Vos jugá como siempre y en dos semanas estás en Italia. Eso sí... tené cuidado con Cachalote.

Y al día siguiente Cinturita Romero hizo, en efecto, lo suyo.

Como no conocía otra forma de jugar, desbordó por la derecha y por la izquierda, gambeteó como un condenado y tenía loca a la defensa con el pase de la muerte. Sin importar por donde recibiera el balón, lo bajaba con calidad de maestro y hacía lo de siempre: mover la cintura hasta dejar a la defensa hecha un asco.

Después de varios sustos pasó lo inevitable. Cinturita gambeteó a Cachalote, siguió con el balón hasta la línea final y centró al punto del penal. Era sólo cuestión de acomodarla para anotar el primero y fue el Bombillo Torres quien con una media voleo de antología terminó de adornar con diamantes lo que Cinturita había acabado de construir con oro.

Para el segundo tiempo hubo más de lo mismo y la contratación era ya un hecho. Los místeres le daban toda al razón a Fontain de la Rosa y lo que quedaba era aclimatar a Cinturita en el Milán y ponerlo a jugar.

Cachalote Moretti, por otro lado, estaba consternado. Una cosa era que Cinturita se fuera para el Milán, pero otra muy distinta que se la pasara todo el partido gambeteándolo. Humillándolo.

Así que cuando Cinturita recibió el pase de Rinaldi sobre derecha, la cabezota enorme de Cachalote ya estaba lo suficientemente caliente como para que se esperara de él cualquier cosa.

Cinturita avanzó más a la derecha y enfrentó a Cachalote. Su movimiento de cintura desconcertó una vez más a su rival y arrancó por la línea lateral casi hasta la de fondo. Tan pronto Cinturita inició el movimiento de pierna derecha para hacer el pase de la muerte, Cachalote se lanzó en plancha y cuando estuvo en el aire tuvo conciencia de que nunca llegaría al balón.

Todo sucedió como en cámara lenta. Cinturita en el impulso de la carrera está cayendo sobre el balón y su empeine derecho está listo para hacer el centro. Cachalote, en el aire, ve que nunca alcanzará el medio metro que le ha sacado Cinturita. Cinturita empieza a caer pero es dueño de la jugada y está casi tocando el balón. Cachalote ve que su guayo está muy cerca de la rodilla derecha de Cinturita y ya no se dirige al balón sino, con negras intenciones, a la rodilla. Cinturita hace un centro magistral y en ese momento los tacos del guayo derecho de Cachalote arremeten sobre la rodilla de Cinturita con toda la fuerza del impulso cetácico de su cuerpo descomunal. Un grito aterrador deja a los jugadores y espectadores paralizados y Cinturita rueda, aullando, con las manos en la rodilla.

Fue una lesión grave. Gravísima. Después de mil consultas que incluyeron a los médicos del Milán que habían venido únicamente para verlo, se difundió la noticia de que Cinturita no podía volver a las canchas.

No pudo caber más rabia en el corazón de la estrella derrumbada antes de su nacimiento, y juró vengarse del salvaje Cachalote. Pero siempre ladino, escondiendo siempre sus sentimientos, tenía la venganza dentro de él mismo y no se lo contó a nadie. Lo que no puedo esconder fue un rostro de amargura del que comprende que su vida está destrozada. Pasaron los días y los meses y no se le volvió a ver sonreír.



Al final de la temporada, para la entrega de premios se tuvo la fineza de invitar a Cinturita, que si bien ya hacía bastante tiempo había anunciado su retiro de las canchas, había sido uno de los principales animadores del torneo y su lesión, con mucho, seguía siendo el suceso más comentado del campeonato.

En contra de lo que se esperaba, pues se había vuelto más huraño que de costumbre, aceptó la invitación y no tuvo reparos en aceptar una mención especial en la ceremonia de premiación. Pero cuando se le vio llegar al evento, cojeando pero con una sonrisa en el rostro, fueron muchos los que se alegraron pues parecía que su enfado con el mundo y especialmente con Cachalote estaba siendo superado. En efecto, saludó a sus colegas con cariño y había desaparecido esa mirada oblicua que tanto le conocían. Se podía decir que era otra persona.

Los familiares de los jugadores también habían sido invitados y el comentario general en los grupos que se iban formando en el coctel final era que había sido una lástima que se perdiera un jugador que tenía unas condiciones tan extraordinarias y al que se le había escapado de las manos un futuro de gloria.

Pero cuando algún nostálgico comentó en un pequeño grupo que lo más triste era pensar que ya nunca más se volverían a ver las increíbles gambetas de Cinturita, la esposa de Cachalote, preciosa como siempre, con una ligerísima sonrisa de picardía en sus labios, pensó: No sé por qué lo dicen. A mi me consta que todavía hace maravillosas gambetas en la cama.

Texto agregado el 29-02-2012, y leído por 144 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-03-2013 Conoces de fútbol, de relatos y de finales. Excelente final. NeweN
29-02-2012 Y eso que no has visto al "suelas" Sanchez, eh? marxtuein
29-02-2012 Cuando empezaba el 2º Tiempo de este interesante partido, me quedé en la mitad de una gambeta. simasima
 
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