Aquella tarde, tus palabras llegaban,
como esos suaves airecitos costeros,
con ritmo de calandrias, savia y luna,
aroma de pan, acabado de hornear
recién servido sobre la mesa.
Me gustaban tus labios soltando frases
que el viento volvía mariposas,
y observar el horizonte segando tu cuerpo,
hablándome como a un amigo sin nombre.
No sabes lo que siento cuando las memoro.
Pensarás que si añoro, es de pena,
o por haber guardado pretéritas memorias.
Que tal vez, estando desesperado por volver
a las nostalgias que albergaba en esos tiempos,
estoy desnudándome de presentes
en el adormecedor silencio de una siesta.
Pero no es así, algo loco que viene desde allá,
me trajo la extraña familiaridad de tu voz
mientras las arenas interminables de papeles
se robaban momentos de mi vida.
Y simplemente me dejé llevar
por ritmo de alondras, savia y luna
y el embriagador aroma de pan,
recién acabado de hornear.