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CACHO NUMERO UNO, CACHO NUMERO DOS,….CACHO NUMERO…

En esta época los maestros en su mayoría solo alcanzaban a ser normalistas, pocos licenciados. La clave de una BUENA ENSEÑANZA estaba en el METODO. Es decir, el profesor usaba un método para enseñar -probado científicamente- si un estudiante, en condiciones normales, no aprendía sencillamente era por bruto, cosa que merecía un castigo. Claro que había momentos de revancha, como en las clases de “religión” o “estética”, cuando el profesor ni siquiera entendía lo que estaba diciendo, entonces apelaba a la disciplina. “mostrar pañuelo, peinilla, zapatos limpios”, saca 10, zapatos sucios, saca 1.0. Una décima marcaba la diferencia entre el perdedor y el ganador (5.9 o 6.0).

El profesor de álgebra, era un hombre con fama de inteligente, serio y con cara de pocos amigos. Fumaba, fumaba y fumaba, mientras DICTABA su clase, que en realidad no era dictada sino copiada. Copiaba, copiaba y copiaba, en el tablero innumerables formulas, con números, letras, signos y los pobres estudiantes copiábamos sin descanso en el cuaderno; si alguien preguntaba ¿qué significa eso? Otro respondía: “yo no se pero copie porque eso sale en el examen”. Al final el profesor terminaba cansado, lleno de sudor, con la camisa por fuera, untado de tiza hasta el calzoncillo, y dos paquetes de cigarrillos en sus pulmones y los de los estudiantes, que en esa época nos llamaban ALUMNOS, quienes solo nos mirábamos perplejos y sin un signo de interrogación en esa cabeza vacía.

Un día el profesor enfermó, entonces enviaron un reemplazo. Un profesor de otra materia, uno del área técnica, (que nada tenía que ver con matemáticas) lo apodaban EL LOCO, con el cabello ensortijado, desarreglado y hablado de frenillo, es decir arrastrando las erres y pronunciando la S como pronuncian los españoles la Z. A simple vista se veía que EL LOCO no tenia idea de lo que estaba haciendo allí, eso lo notábamos hasta los alumnos que tampoco sabíamos que hacíamos allí pero por otras circunstancias. Hombre recursivo, EL LOCO apelo a un viejo cuaderno de álgebra, según él, de un amigo de sus tiempos de estudiante. El cuaderno, se notaba viejo, con hojas amarillentas por el paso del tiempo y tinta azul pasada por agua en algunas partes.

Entonces comenzó la clase: “Bueno muchachos copien: CACHO Número uno:….
Al día siguiente: CACHO número dos:….. Al tercer día: CACHO Número tres:….. y así seguimos…era la clase perfecta, este profesor DICTABA BIEN, claro… igual seguíamos sin entender, pero a quién le importa cuando llevábamos en eso ya tres años, además era una clase en la que se podía charlar de otros asuntos… lo único que había que hacer era memorizar esos CACHOS y ya.

Pero un día EL LOCO llegó, jadeante, su cara reflejaba contrariedad, angustia, preocupación, y algo de desesperación. Dijo con voz sonora y la mirada perdida de quien ha descubierto un profundo misterio: ¡muchachos, muchachos, borren, borren todo! … no es CACHO…. ES CASO, CASO…


Claro, después lo supimos: eran los casos de factorización.

Texto agregado el 27-07-2004, y leído por 769 visitantes. (0 votos)


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