Ana lloraba a gritos encerrada en su pieza, suplicaba a su hijo Pablo que se apiadara de ella; él completamente fuera de sí, exclamaba una y otra vez que la mataría si no le entregaba todo su dinero para comprar droga. Pablo no tomaba conciencia, de una patada abrió la puerta de la habitación de su madre y empuñando un cuchillo se acercó violentamente a ella dispuesto a propinarle unas puñaladas; Pablo miró por unos segundos sus ojos,pero recordó que no poseía dinero, y totalmente furioso, tomó la decisión de quitarle la vida. Ana en ese mismo instante miró también los ojos de su hijo, y recordó melancólicamente el momento exacto cuando firmó los papeles para adoptarlo.