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EL MUÑECO Y...

(De "El cura de Los Brujos, episodio completo)

Padre, hoy lo probarán, me advirtió Clemencia. ¿Lo supo por su punto de vista? No, padre. Ayer lo vinieron a buscar, y como no lo encontraron me dijeron que volverían hoy.
Esto sucedió en los primeros meses de mi llegada a la parroquia y “la prueba” me permitió ganar la confianza de muchos feligreses. Aunque dejó en mi espíritu muchas interrogantes e inquietudes. Aquellas aún permanecen, aunque no estas.

Llegó doña Teresa, una buena hermana “cometa” de la parroquia. (Cometa, porque aparecía de vez en cuando, aunque eso ya ha cambia-do). Fue al grano de una vez. Padre, necesitamos su punto de vista. El asunto era doble: Me hablaba en plural, estando ella sola, y pedía ayuda para algo:
¿De qué se trata, doña Teresa?
Resulta que varias chiquillas... Bueno, ya no somos tan chiquillas, sonrió. Somos varias que formamos, como usted sabe, el grupo carisma-tico. Somos muy amigas. Casadas todas, menos Laura, la que se le murió la mamá el mes pasado. Algunas somos de esta parroquia y otras de la parroquia de Pueblo Nuevo. Resulta que...

Fácilmente se nos pegan muletillas, aún a personas con mucha forma-ción y léxico. En doña Teresa abundaba el “resulta que”.
Resulta que la semana pasada llegó Laura a mi casa, muy afligida y bajoneada. Pero después me di cuenta de que había algo más, algo raro en ella. Algún espíritu o algo parecido.
Detuvo aquí el relato. “Pare, mire y escuche”. El mensaje del padre Rosales resonó dentro de mí. Recuerden que esto sucedió en los primeros meses de mi llegada y Clemencia me había advertido que vendrían a probarme. No era que vinieran a ver mis reacciones sino que este hecho sería una “prueba” de lo que yo sería para ellos.
Con amabilidad la invité a continuar.

Resulta que empecé a hacer oración para imponerle las manos y ayudarla. Cosa en la cual no soy muy ducha. Laura empezó a insultarme.


Ella, que siempre es callada y tímida, me dijo unas palabrotas tremen-das. Entre nosotras, padre, hablamos sin cuidarnos mucho en el vocabu-lario. No como insultos, se entiende. Pero es que la que hablaba no era ella. Era la voz distinta, de un hombre. Sé que Laura nunca insultaría a nadie.
Me mostré comprensivo y adelantado: ¿Tenía un espíritu?
Así es, padre Me miró sorprendida de que yo se lo preguntara como algo natural y aceptable. Sonreí en mis adentros. Estaba aprendiendo. Además, ¿cómo podía dudar de sus palabras?
Sí, padre. Aprovechando su debilidad y depresión por la muerte de su mamá, un espíritu se había adueñado de ella. Hasta con fiebre la tenía. Se calmó un poco, pero al otro día pasó lo mismo. No fui capaz de echar el espíritu de ella. Yo tengo esa capacidad, pero ese espíritu es muy fuerte. Tanto que me dejó muy mal.

Resulta que ayer pasó lo mismo, y peor. Lo llamé a usted por teléfono, pero Clemencia me dijo que usted no estaba. Me puse entonces de acuer-do con las demás del grupo y la llevamos a Pueblo Nuevo, donde nos juntamos con las de allá. Llevamos a Laura al padre de la parroquia. Samuel creo que se llama. Pero nos fue mal.
¿No estaba el padre? ¡Je!, ¡Ojalá no hubiera estado! Nos trató mal. ¿Cómo mal? Muy mal. Nos trató de locas. Que para qué lo hacíamos perder el tiempo; que por eso nuestro pueblo tenía mala fama. Y que chao, nomás. Es que..., bueno..., perdone, padre, que lo diga, pero a él sólo le gusta atender a los ricos.

Me dolió, aunque no había nada que perdonar, porque yo tenía esa misma impresión que, con esto, se reforzó. Mi vecino párroco, contem-poráneo y compañero de curso en el Seminario del padre Alejandro, mi fugaz antecesor. Por lo visto eran de la misma línea.
Semanas más tarde le comenté fraternalmente lo de su negativa a atender a esas buenas mujeres y la impresión que de él tenían. En cuanto a lo primero, se reafirmó en su posición y me dio la impresión que me metió en el mismo lote con ellas; respecto a lo último me preguntó cómo podía saberse si a él sólo le gustaba atender bien a los ricos. Muy fácil, le dije: Preguntarse a qué personas pudientes ha tratado y si hubiera proce-


dido con ellos igual que con las mujeres.
Quedó pensando el buen hermano. Después me preguntó: ¿Qué hiciste tú en ese caso? Hicimos oración y les solucioné el problema, le dije lacónicamente. No manifestó interés en saber más al respecto.

¿Qué hicieron ustedes, entonces, pregunté a doña Tere.
Entre todas hicimos oración y le sacamos esa alma vagabunda. Nos insultó horrendamente, pero lo echamos.
¡Ah, solucionaron el problema! ¡Qué bueno!, le dije aliviado.
No padre, y por eso vengo a verlo a usted, ahora que está en la parro-quia. (La gente dice “la parroquia” cuando indica la sede parroquial, que es como yo la llamo). ¿Qué pasó?
Parece que ninguna de nosotras tiene mucha capacidad para echar almas errantes, porque después me di cuenta de que el espíritu molestoso pasó a Guillermina, una del grupo que vive en Pueblo Nuevo. Y todas las demás quedamos mal, nos sentimos mal.
¿Y cómo sabe usted que el espíritu está en Guillermina?
Ella es muy buena para conversar. Me di cuenta de que quedó muy callada. No comentaba nada. La miré a los ojos y los tenía igual que Laura cuando estaba con ese espíritu. ¿Cómo eran sus ojos?
Ojos saltones, mirada fija y brillante, como con enojo, con rencor. Al-go que da miedo. La llamé esta mañana, antes de venir a verlo a usted, y la vi igual que anoche, porque yo puedo ver muchas cosas con mi mente. Vengo a pedirle que me ayude, como ayudó a los de Cerro Negro.

Ya lo sabían, a pesar de que Cerro Negro queda lejos. ¡Cómo corren las noticias en los pueblos! Con mucho gusto, señora Teresa. Trataremos de hacer algo.
¿Voy a buscar a la Guillermina? No es necesario. Y le expliqué que con la técnica que había aprendido no necesitaba felizmente estar cerca de las personas para liberarlas de almas errantes.
Oramos juntos al Señor e hice la transmisión de energía.
Al terminar, la señora me preguntó: ¿Puedo llamar por teléfono a la Guille para saber como está?
La llamó y conversó un rato con ella. Colgó y me comunicó: Ella está bien. Me dijo que recién había sentido como que le hubieran quitado una


ansiedad de encima. Ya no está con el espíritu. La vi. Pero vi otra cosa que no me gustó. ¿Qué vio? Vi al espíritu. Ahora está en un tremendo muñeco que ella conserva desde niña. Lo tiene al fondo de una galería que da al patio. ¿Y cómo se dio cuenta?
Por lo ojos. Los ojos del muñeco brillan y miran como antes en la Guille. Le dije que fuera a verlo y la Guille vio lo mismo, y que se movían. Dígale que no se asome para allá.
Se lo diré desde mi casa. Y se despidió. Caso cerrado, pensé. La prueba fue fácil, me felicité.

Pero me equivoqué. De los “cachetones” no es el Reino de los Cielos, dijo Jesús. El Señor lo dijo en arameo y con otras palabras, pero yo las transcribo al chileno. Al día siguiente me llamaron por teléfono. Una voz femenina: ¡Volvió, padre! ¿Quién volvió? El muñeco...
Ahí me di cuenta de que era doña Tere. Me contó que al llamar por la mañana a la Guille captó que ella estaba con el espíritu molestoso de nuevo. Y todas nosotros amanecimos muy decaídas, agregó.
Es que, como usted misma me dijo, algunos casos son muy pesados.
Hoy es miércoles y nuestro grupo se reúne a las 4 de la tarde, ¿Nos puede acompañar y ayudar, padre? Será en mi casa.
Tuve una idea brillante: ¿Nos podrá acompañar la señora Raquel? Ella es de confianza. ¡Bueno sería, porque nos puede ayudar con su punto de vista! Aunque lo preferimos a usted.

Alí estuvimos puntualmente, con todo el grupo de oración. Un hermo-so grupo de fe. Me presentaron a las de Pueblo Nuevo. Hicimos oración. Miraba a Guillermina y realmente su mirada daba miedo. No habló al comentar el Evangelio. Luego, hice una evaluación energética a las pre-sentes: Nervios, depresiones y otras yayitas. Un alma errante en la Guille.

La señora Raquel habló con esa alma. Nosotros no veíamos ni oíamos nada. ¡Es el Choco!, nos explicó sorprendida. No quería hasta ahora aceptar su muerte. Nadie que muere cuando no debe acepta así sin más su partida de este mundo. Y queda rondando, a veces por largos años, si no se la ayuda. El quería vengarse por la contra que le hicieron en este mun-do, y aprovechó la debilidad de Laura y de Guillermina para molestar.


Pero ha ido evolucionando, y como ve que el padre ha rezado por él y puede enviarlo a la luz, no insistirá más. Sólo pide que continuemos rezando por él para terminar de purificarse y ser totalmente perdonado por Dios. Pide perdón por todo el daño que hizo. Que cuidemos a su familia.
Dígale que lo queremos y compadecemos, acotó Alina. Mensaje que hicimos nuestro, porque esto que nos trasmitió la señora Raquel nos con-movió a todos.
Hice la transmisión de energía para enviarlo a la luz, y sucedió algo maravilloso que cambió el ambiente: Una luz blanca salió de Guiller-mina, se paseó frente a todos, se detuvo frente a la señora Raquel y a mí, como queriendo expresar agradecimiento, se agitó alegremente; y des-apareció elevándose.
Pasada la conmoción inicial Guillermina empezó a hablar recuperando el tiempo que había permanecido taciturna. Afloraron las preguntas: ¿Padre, que hay después de la muerte? ¿Cómo se resucita? ¿Por qué hay almas errantes? ¿Cuándo se termina de verdad la vida terrena de una persona? ¿Cómo es el Cielo? ¿Qué haremos allá? Etc.

Algunas respuestas se las daban ellas mismas. Lo principal lo sabían del padre Rosales, quien se las había “machacado” bastante y frecuen-temente; una respuesta muy sabia: Lo del más allá permanece en el misterio a pesar de muchas visiones y relatos curiosos que hemos visto u oído.
Para lo esencial, nos remitimos a leer y comentar a san Pablo 1 Co-rintios 15. Oramos con fervor al Padre Dios y, tarde ya, nos despedimos contentos y con la esperanza fortalecida: Resucitaremos, y el Señor Jesús nos dará felicidad y vida eterna.

Con esto sí que pasé “la prueba”; porque todo el mundo brujuleño su-po de la reunión y de lo acaecido. Este cura es de los nuestros, sabe lo que otros no saben, etc. Algo se me anduvo por entonces inflando el ego, pero al hablar con el Señor le di la gloria que le corresponde, y le pedí que el suceso sirviera para calar más hondo en la fe de mi rebaño. Lo que a lo largo de los años me ha concedido. He podido llegar mejor y a más personas.

Texto agregado el 27-02-2012, y leído por 236 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
29-02-2012 Un exorcismo estupendamente relatado, me gustó mucho leerte, si me lo permites te sugiero que identifiques los diálogos, digamos, entre comillas, te felicito, eres buen narrador******* jagomez
29-02-2012 Me gustó el relato... aunque las verdades sí se saben. Selomi
28-02-2012 padre Ignacio, interesante su Bío, como lo que cuenta en este relato, +felicidades! ramen
27-02-2012 Un relato muy interesante y muy real. Mis***** girouette
 
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