Estamos donde menos se lo imaginan, debajo de ustedes.
Hace años que venimos trabajando bajo sus narices, hartos ya de ser sus esclavos. Somos amigos de la tierra y por ende enemigos de las Ciudades. Nos llamamos Grupo Capadocia (*).
Hemos soportado por siglos sus desmanes, sus ordenes, sus leyes, sus impuestos, y como pago nos permiten alimentarlos y mantenerlos vivos a cambio de unos centavos que solo nos alcanza para consumir sus viles productos. Ustedes definen el precio de lo que hacemos, cuanto cuesta nuestro esfuerzo, y cuanto vale la moneda con que nos pagan.
Algunos de nosotros hemos caído bajo el canto de las sirenas.
Algunos tenemos en nuestras casas, televisores de plasma con parabólicas satelitales que nos permiten ver las espantosas noticias de lo que ocurre en vuestro mundo, asesinatos, robos, secuestros, manifestaciones, atentados, violaciones, pedofilia y todo un menú de productos generados en vuestros centros urbanos.
También podemos “elegir” entre programas de “entretenimiento” como “Gran Hermano” o bailes alrededor de un caño que en nuestra cultura “pueblerina” no terminamos de entender, o novelas nacionales y extranjeras, retorcidas, en donde los hermanos se enamoran, los padres matan a sus hijos y las madres abandonan sus hogares.
Algunos de nosotros también tenemos heladeras que fabrican hielitos, microondas que cocinan comidas en cinco minutos y autos que nos hablan, con computadoras que nos dicen que tenemos que hacer. Claro, cuando se rompen, y cada vez con más frecuencia, (como si fuera parte del negocio), tenemos que esperar los repuestos de la ciudad, y al técnico también de la ciudad que además nos cobra recargo por vivir alejados.
Ni hablar de enfermarnos, la ciudad tiene cura para todo, por supuesto, tienes que trasladarte a ella, y si no tienes plata u obra social al día, terminas en un centro de asistencia pública donde, con suerte, te atienden peor que a un ciudadano de segunda.
Cada vez gastamos mas por vivir como ustedes, y terminamos viviendo peor. Algunas de nuestras mujeres y jóvenes nos incitan a mudarnos a la ciudad. Algunos lo intentan y unos pocos vuelven, derrotados, con el alma vacía y el cuerpo destruido. No sabemos de ninguno que haya triunfado sin vender el alma al diablo, y sabemos de muchas niñas que terminan prostituyéndose, jóvenes que terminan delinquiendo y hombres que terminan en una banquina embriagados o atropellados por un auto que se dio a la fuga.

Algunos cayeron bajo el canto de las sirenas, pero nosotros no.
Hemos decidido atacar el mal en sus raíces.
Hace años que estamos entre ustedes.
Si, ustedes, que creen que el agua potable sale de las canillas como un deber sagrado, pero desconocen como llega, o de que río o lago se nutre.
Ustedes que aprietan una tecla y esperan que la energía brote para iluminar sus casas y oficinas, muevan sus ascensores, prendan sus semáforos, empujen sus subterráneos, enciendan sus televisores y equipos de música, desconociendo cuanto contaminan las usinas que les abastecen.
Ustedes que creen que la gasolina sale de los surtidores como una obligación natural, llenan los tanques de sus vehículos, símbolo de sus status, y salen a hacer unas pocas cuadras diarias con aire acondicionado ensuciando con alegría el aire de todos.
¿Ustedes que creen que sus supermercados fabrican los productos detrás de los mostradores, se preguntaron alguna vez de donde salen la leche, los huevos, las verduras y frutas que consumen?
Los hemos visto pasar por nuestros campos en sus autos con niños que preguntan “que es eso” y padres que contestan con sabiduría “una vaca, de ahí salen los bifes”.
Si, hace años que estamos entre ustedes, no fue difícil infiltrarse, ustedes no saben ni el nombre de sus vecinos, caminan por las calles con sus celulares o MP3 conectados al oído sin mirarse a los ojos, son individuos enlatados en sus propias vidas.
No fue difícil encontrar voluntarios, solo tuvimos que leer el periódico y contactarnos con algunas de las victimas que a diario mutilan y destruyen sus ciudades, una joven violada aquí, un padre cuyo hijo fue secuestrado y asesinado allá, una viuda cuyo marido fue baleado por “error” mas allá. El pacto de secreto y venganza fue rápidamente sellado. La ciudad olvida a sus victimas en unos pocos días.
Encontrar en cada caso el sótano adecuado no fue problema, cavar para buscar el lugar que necesitamos tampoco, paciencia es lo que nos sobra. Sus gobiernos y fuerzas de seguridad esperan siempre un ataque desde la superficie de la tierra, del país vecino, del cielo, aún desde el espacio, nunca imaginarán que pueda venir de abajo, de allí nuestro nombre, Capadocia.
Tenemos más de veinte cabezas nucleares, si no nos creen, pregúntense donde están las ojivas que se “extraviaron” con la disolución de la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas.
En la mayoría de los casos solo hizo falta un camión de mudanza, que en horas de la noche bajara un extraño “mueble” en un edificio.
Estamos a pocos metros de la superficie, bajo sus pies, el temblor de sus subterráneos, sus ómnibus, camiones y hasta sus propias cloacas a veces dificultan nuestras tareas.
Pero ya está todo listo. El momento ha llegado.
New York, México DF, Buenos Aires, Sao Pablo, Tokio, Londres, Paris, Madrid, Roma, Berlín, Moscú, Istambul, Karachi, Mumbai, Jakarta, Shangai, el Cairo, es solo la primera lista. Cada ciudad suma muchos millones de habitantes, Tokio solamente unos treinta y cinco. Todas juntas casi doscientos.
Hoy, en la víspera del año nuevo de 2012, simultáneamente, todas estas ciudades dejarán de existir.
Nuestra base de operaciones en Aksaray, Turquía, en la región de Capadocia tiene todo listo para detonar los artefactos. Nos pareció romántico estar cerca de esta tierra que dio origen a nuestro sueño de venganza.



(*)La historia de Capadocia se remonta hasta 6.500 años AC.
Asirios, hititas, persas, griegos, romanos, bizantinos y otomanos ocuparon estas tierras a lo largo de su historia.
Las características geológicas del lugar han dado pie a que sus paisajes se describan a menudo como "paisajes lunares". La tierra del lugar, llamada toba calcárea, ha adquirido formas caprichosas tras millones de años de erosión, y es lo suficientemente débil para permitir que el ser humano construya sus moradas escarbando en la roca, en vez de erigir edificios. De esta forma, los paisajes lunares están llenos de cavernas, naturales y artificiales, muchas de las cuales continúan habitadas.
La situación geográfica de Capadocia la hizo encrucijada de rutas comerciales durante siglos, y también objeto de continuas invasiones. Los habitantes de la región construyeron refugios subterráneos (ejemplos que pueden ser visitados son las ciudades de Kaymaklı y Derinkuyu), donde poblaciones enteras podían refugiarse en el subsuelo, y subsistir durante muchos meses sin arriesgarse al exterior. Estas ciudades subterráneas estaban construidas en varios niveles (la ciudad de Kaymaklı tiene nueve subsuelos, aunque solamente cuatro están abiertos al turismo, y el resto están reservados para investigación arqueológica y antropológica), y estaban equipadas con respiraderos, caballerizas, panaderías, pozos de agua, y lo necesario para albergar poblaciones que podían llegar hasta veinte mil habitantes.
Fuente: Wikipedia