Habitualmente me veo obligado a efectuar una media docena de vuelos al mes, pero la fuerza de la costumbre no aleja el temor e incertidumbre que acompaña cada nuevo viaje. Acaso quedan atenuados en algunos momentos, como cuando logro sentarme en la última sala de espera después de haber superado la angustia de despertar muy temprano, coger un taxi que me lleve al aeropuerto sin contratiempos de tránsito, documentar el equipaje y pasar los filtros de seguridad, circunstancias poco gratas, sobre todo cuando se realizan con el tiempo muy ajustado, y uno padece de ansiedad.
Otro momento de sosiego es el trayecto. Ubicado en el asiento del avión tolero las dos o tres horas de vuelo ya sea durmiendo, oteando el paisaje, sobre todo cuando es nuboso, porque me gusta descubrir los cumulonimbos, es decir las nubes de gran tamaño y apariencia masiva que dan la impresión de farallones montañosos en los que se diría, se puede caminar con placentera suavidad.
Cuando me corresponde el lugar intermedio, inevitablemente ejercito grafo terapia sobre la revista que proporciona la línea aérea. Pero como me temo que no todo mundo sabe en qué consiste este ejercicio, habrá que apuntar que trata de dibujar semicírculos con distintas direcciones, hacia arriba y abajo, a partir de una especie de rosa de los vientos. Cada trazo tiene un significado, y su repetición afirma o potencia las características que refiere, por ejemplo, capacidad de análisis y observación cuando se traza el semicírculo hacia el noroeste, y comunicación y memoria hacia el sureste, por citar solamente algunos. Yo la ejercito comúnmente, pero en los viajes prefiero una modalidad particular: copiar los textos impresos a la perfección en tipo de letra que en los años sesenta se llamaba “Palmer”, luego desvirtuado en el término “manuscrita”
El ejercicio requiere de concentración para, primero, hacer caso omiso a la mirada de desaprobación del vecino de asiento, porque existe el prejuicio de juzgar un acto de mala educación escribir sobre las finas y lustrosas páginas de esos impresos. Y, segundo, cuidar el trazo de cada letra, que debe ser perfecto a fin de constituir una obra gráfica que exprese la personalidad del escribiente. La mayoría de las veces logro definir mis rasgos personales: constancia, memoria y atención; aunque de vez en cuando algún sobresalto desfigura alguna letra, lo mismo que me sucede cuando a causa de algún desengaño amoroso me paso de copas.
En los vuelos de regreso, la técnica significa algo más que una distracción, adquiriendo el poder de un placebo contra la ansiedad. Generalmente los vuelos vienen retrasados de su origen, después, superado el trayecto habrá que dar vueltas y vueltas sobre la ciudad hasta que se asigne pista de aterrizaje y luego, metido en el avión hay que esperar se determine la sala de llegada. Estos momentos son los peores, porque la citada ansiedad potencia mi claustrofobia y hace volar la imaginación hacia todo lo que me falta padecer para llegar a casa. La espera del equipaje y luego, de inmediato, la larga fila para coger un taxi, porque la caótica ciudad engulle, más que expulsa, miles y miles de pasajeros en el fin de semana. Se comprenderá pues, la importancia de mi terapia caligráfica
Contra la costumbre, aquella noche el avión llegó a tiempo y el abordaje fue expedito. Apenas tomé asiento, 14 D, es decir intermedio, ajusté el cinturón de seguridad a la cintura para no ser molestado posteriormente por la azafata y extraje de la bolsa del respaldo del sillón anterior el impreso “Alas” y lo posé sobre las rodillas. Tomé el bolígrafo del bolsillo de la chamarra y me dispuse a transcribir el primer texto que encontrara. Bueno, no precisamente el primero, sino aquel que presentara los espacios más grandes entre líneas.
Tras pasar algunas hojas con propaganda, me topé con un texto ideal, pero enseguida me asaltó una sorpresa desagradable ya que estaba escrito, además de enmarcado por un símbolo de grafo terapia que inmediatamente reconocí, un semicírculo ascendente hacia la izquierda partiendo mdel eje de unión x-y cuyo significado es “cambio o permutación”
La escritura era réplica de la mía, incluso a primera vista podría jurar que era yo mismo el autor de esa cuidada caligrafía “Palmer”. Comencé a leer el texto impreso en forma rápida, evitando en lo posible detenerme en los escrito con tinta verde, como la que suelo emplear, por no sé qué manía. El título original era”La navaja de Ockham” y no presentaba réplica manuscrita, y se desgranaba después en un escrito de amplio interlineado, y en consonancia con en este tipo de publicaciones, una ilustración, que en este caso era bastante llamativa pues presentaba a un antiguo griego con túnica. Luego supe que era Platón, rasurándose la barba con una “gillette”.
El texto desarrollaba el principio ontológico de su título con toda sencillez, como debe ser para hacer honor al título, y con el consabido tono optimista de consejos para enfrentar ciertos problemas cotidianos del ciudadano común y corriente.
“Es un principio metodológico y filosófico atribuido a Guillermo de Ockham (1280-1349), según el cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.
Las explicaciones nunca deben multiplicar las causas sin necesidad, esto se denomina como simplicidad ontológica. El término viene en contraparte a la filosofía platónica que llenaba su ontología de entidades. En ciencia, este principio se utiliza como una regla general para guiar a los científicos en el desarrollo de modelos teóricos, más que como un árbitro entre los modelos publicados, pero la navaja de Ockham también puede aplicarse a casos prácticos y específicos, como puede ser la economía y la educación.
Enseguida se ejemplificaban algunos casos en que la famosa navaja podía ser de utilidad en la toma de decisiones. No me detuve a leerlos. El ansía y una curiosidad malsana hizo que clavara los ojos en las letras manuscritas que no calcaban sus similares impresas.
Hasta hace poco tiempo tuve la pretensión de encontrar en la composición genética de mis padres mi compulsión destructiva. Encontrar en la “herencia” la causa de mis consuetudinarios desvaríos que me conducen una y otra vez a conductas anormales También me he sumergido en los tenebrosos espacios de la psicología, para descubrir el motivo o causa fundamental que me lleva a inmiscuirme en aventuras de desenlaces infortunados.. Todo ha sido una pérdida de tiempo. La cadena hereditaria es una mentira, una explicación viciosa. Mi padre, que en paz descanse, fue un hombre tranquilo, un empleado bancario honrado que nunca faltó a obligaciones y horarios, siempre de buen talente e incapaz de matar una mosca. Mi madre, una dama ejemplar, afrontando con gusto las labores del hogar, cuidando de su esposo y de mí con un carácter apacible y bonachón. Nada que ver con el monstruo que engendraron.
De tal suerte debo asumir que soy un ser único, un prototipo, pero no exclusivo porque me replico en intervalos espacio-temporal distintos y en los mundos posibles. Si, la navaja de Ockham: cada ser posee tantas réplicas como su mente requiere y es capaz de asumir y asimilar. Así de simple, no necesito desarrollar los esfuerzos hechos por la física cuántica para plantear a partir de la teoría de la gravedad y la teoría de las cuerdas la posibilidad de la existencia de múltiples dimensiones y universos paralelos conformando un multiversos y la presencia de las réplicas.me quedo porque lo experimento que cuando la réplica necesita de la debida retroalimentación, para el aprendizaje, experimentación y transmutación pero no la obtiene, genera continuamente réplicas de sí misma, que llevan cada una su vida en mundos paralelos,
Lo que no puedo explicar, y eso que me jacto de ser un hombre de ciencia solvente y respetado es que en el multiverso alguien sea capaz de traspasar de uno a otro de los mundos paralelos. En fin, nuevamente la navaja, porque como ya decía Leiniz, además de matemático notable, excelente barbero: todo lo que sea posible que ocurra ocurrirá.
Si bien es cierto el texto llamó poderosamente mi atención, no llegué a comprender el fondo hasta que leí las últimas dos líneas.
En esta ocasión parece que he tenido éxito. Logré sortear todos los obstáculos y el artefacto está cuidadosamente oculto bajo mi asiento. Cuando la nave toque tierra todo habrá terminado.
Cerré la revista, la coloque en su sitio y guarde con parsimonia la pluma en el bolsillo. Por el altoparlante una voz masculina anunciaba que en unos minutos tocaríamos tierra y agradecía la preferencia de los pasajeros por la línea aérea. Cerré los ojos y sentí una paz reconfortante, esta vez no requerí la grafo terapia para calmar mi ansiedad.
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