|  El aprendiz de Dios  y el eterno tablero de juego
 
 ¡¡¡ Sirve otro ¡¡¡, espetó el Innombrable
 al enjuto camarero del mundo de Hud,
 el de las cuatro lunas y los tres soles lejanos,
 con ojeras de miles de años,
 recostado sobre el mostrador de la cantina del puerto.
 
 Otro trago de hiel-lemon
 le sirve derramando líquido, sobre el inframundo,
 una mano oscura y venosa, toma el vaso
 acercándolo a sus labios de serpiente.
 
 Un vapor blanco de luz celestial
 se aparece junto al ávido bebedor,
 una mano cálida, de oro fundido
 se posa en su hombro.
 
 No bebas más,
 pues, ahora te toca reinar este mundo
 a Nos me ignoran.
 
 Vacía de un trago, la bilis de los hudmanos
 que cae espesa por el abismo de su hediondo gaznate,
 y se aleja hacía la puerta, con su gran rabo,
 las patas del macho cabrío,
 resuenan fuerte en el entarimado,
 una sonrisa se dibuja en su boca de escamas.
 
 Una luz blanca y luminosa
 se aparece en un mundo nuevo, de solo dos lunas,
 del viento, modela a un ser, de nombre Adané
 y de su ojo crea a la bella Hera,
 los acoge en el Jardín del Odel
 y les concede el libre albedrío,
 por los siglos de los venideros siglos,
 por toda la eternidad, felices,
 libres,
 sin tentaciones,
 sin semillas del mal, plantadas en sus cabezas,
 la serpiente no apareció nunca.
 
 Un gran pueblo de cíclopes, justos y sabios
 adoran a la Luz
 solo a la Luz
 sin parafernalia.
 
 © Todos los derechos reservados
 Antonio © M.  ( T i T o. M.)
 21/Febrero/2012
 Pensamientos Vagabundos
 
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