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Inicio / Cuenteros Locales / AMOS-Sorfoneroners / Cuarto sueño: el derrumbe

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Hacia las 4: 45 de la madrugada en la recta avenida de una vasta y lóbrega ciudad, deambulaban previo al alba un grupo de cómplices camaradas amadores de la vida, y que de extremos a extremos se había extasiado la noche unas horas atrás.
Así lucia la recta avenida, con vacía presencia entre infinidad de edificios, grisáceos espacios de opacos ventanales y escasos recuerdos. Ascendía el sol naciente poco a poco sus primeros rayos, cuando el grupo de amigos se detuvo frente al inmueble apuntado en el número 29K. Celebres amistades tan leales como siempre ingresaron al lugar al llegar la sexta hora:
-Dormiremos tranquilos, al menos por un rato- dijo uno mientras subían por estrechas escaleras.
-Ahora si me chingan- menciono Aseret, liderando siempre el ascenso hacia el 36º apartamento.
-¡Ya no hay coca!- agregó precipitado otro y sin percatarse que desde hacía un gran lapso se había acabado la fiesta y con ello apagado las luces de la ciudad.
Y sin embargo, aun sus mentes vagaban confundidas en el enervante efecto, enérgico y frenético de los tiempos pasados.
-Si seguro que hoy si me chingan- reitero Aseret
Se elevaron hasta el 9º piso, donde Aseret abrió la puerta y… algunos encontraron descanso en las dos camas individuales que yacían paralelas en la más grande de las habitaciones, otros se tropezaron con el sueño en el suelo confortable, algunos mas prefirieron esperar al temple o fisgoneando en la cocina un apetitoso “bajón”. Y se encendió el hachís.
Variados momentos habían sucedido hacia las 8:00 en punto, más el ambiente se mostraba lento y relajado, se exhibía indolente ante una fresca y limpia mañana en el exterior. De repentino, se escucharon tres toques sobre la puerta, luego otros tres más firmes y acelerados, finalmente, varios manotazos violentos.
-¡Abre la puerta!- ni se inmutaron
Desde afuera alguien forzó la cerradura, dos, tres bruscos movimientos, y se abrió el portón.
-¡Cabrona! ¡Otra vez con tus pinches tonterías!- exclamo un hombre sulfurado, de tosco lenguaje y malcarado perfil.
-¡Saca a toda esta bola de imbéciles de mi casa!- grito igual de furibunda una mujer.
Eran los padres de Aseret.
A manera de guasa, los presentes en el interior habían armado la algarabía, circulando por toda la casa, ocultándose en cualquier escondrijo y hasta debajo de las camas. En tanto, en los padres de Aseret se advertía tanta rabia conforme al ridículo espectáculo de los adolecentes.
-¡Pendeja aprovechada!-, -¡Estúpida!-, -¡Ridículos y babosos!-, -¡Bola de drogadictos!
Aquellas y otras tantas maldiciones salían aprisa las lenguas de los progenitores, y como en horas pasadas la joven lo había pronosticado, el odio de sus padres se manifestaba en duras expresiones hacia la que tantas veces había traicionado la confianza dada.
No había vuelta atrás, estallaron las emociones, y la cólera en sus corazones arribó al punto final:
-¡Lárgate de aquí!-, - ¡No hay más oportunidad! ¡te marchas de este lugar!-
Se derrumbaron las paredes, oscilaron reciamente hasta el último nivel y hasta el último edificio y en cada habitación estremeció el pánico. En 51 segundos, un terremoto sobrecogió devastador a todos los presentes y en los instantes menos oportunos.
La cotidianeidad citadina quedo trastornada por el miedo y el llanto, la desgracia y el dolor: feneceres en luto, menesteres de la vida. Y por algunos momentos las nubes de polvo poco cubrieron los desesperados intentos bajo estratos de concreto y colosales trozos de piedra que cayeron de lo alto. Los monumentales edificios ya no eran sino escombros. Pocos hombres sobrevivieron aquel día en que se derrumbo la humanidad……

Texto agregado el 21-02-2012, y leído por 69 visitantes. (0 votos)


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