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A la salida de la curva, a menos de cinco kilómetros de la última población, las luces de la policía del condado me obligan a frenar con brusquedad. Venía abstraído pensando en Sara. Un policía con cara aburrida al que identifico del pueblo me hace señas de detenerme. Sus compañeros charlan animadamente al costado del vehículo. El oficial también me reconoce.
- Doctor Carsten, me parece que venía un poco rápido ¿no?.
- No oficial, quizás un poco distraído, este control me sorprendió, nunca lo vi por aquí. ¿Sucede algo?
- Nada, todo en orden – aprovecha para mirar en el interior de mi vehiculo, solo llevo mi bolso y mi caña de pescar.
Con una seña de su mano me indica que puedo continuar y se despide con una sonrisa cómplice.
- Adelante Doctor, viaje con precaución, y buena pesca.
Le saludo agradecido, mientras inicio la marcha, escucho parte de la conversación de sus compañeros.
- …¿y a quien carajo se le ocurre ponernos en este control porque alguien avistó un Ovni?, si fuera cierto ¿que se supone que hagamos?, ¿detenerlo? – El otro compañero sonríe cínicamente.
Estoy a menos de diez kilómetros de la cabaña. Me detengo a la vera de la ruta y tomo el celular.
- ¿Sara?
- Si mi amor.
- ¿Adonde estas querida?
- Esperándote ansiosa en la cabaña.
Sonrío como estúpido, solo pensar en ella me produce excitación, la respuesta de mi cuerpo se produce de inmediato, inevitablemente trato de acomodarme en el asiento.
- ¿Necesitas algo del pueblo?
- No, esta tarde ya compre todo para el fin de semana, solo te necesito a ti…. urgente.
Perturbado e incomodo con mi pantalón que ahora me aprieta demasiado, me despido con un beso.
Amo a Sara más que a mi propia vida, quizás tanto como a mis propios hijos aunque todos son mayores y ya ninguno me necesita. Mi relación con Sara es totalmente secreta. Nos amamos apasionadamente pero en clandestinidad. Es un amor socialmente prohibido o al menos, como dicen ahora “políticamente incorrecto”. Lo que ocurre es que nuestro amor jamás será aceptado por la sociedad y nuestra familia. Por un lado yo soy viudo, tengo cincuenta y cinco años y le llevo a ella casi treinta, tengo hijos mayores que ella, y por otro lado, Sara es mi sobrina, la hija de mi fallecido hermano mayor.
La cabaña que heredé de mi abuelo, está a ocho kilómetros de un simpático pueblito en la desembocadura del río en el lago. El pueblito es muy pequeño, solo tiene un supermercado, una gasolinera, un banco, el correo, una ferretería, una escuela primaria, la casa del intendente y la estación de policía. Suficiente infraestructura para sus casi doscientos habitantes.
Soy una víctima total de la pasión, todos mis sentidos están concentrados en mi encuentro con Sara, si no hubiera estado tan obsesionado me habría llamado la atención una extraña luz púrpura a menos de un kilómetro sobre la montaña.
Mi cabaña esta enclavada en medio de un bosque de coníferas sobre el lago. Es toda de piedra salvo el techo de madera. En planta baja tiene un amplio salón que funciona como living, comedor y cocina, además de un cómodo baño, y, escaleras arriba la única habitación. La planta baja tiene una amplia plataforma de madera o deck que se asoma sobre el lago, en la habitación el balcón se proyecta sobre el deck dando al mismo una sombra parcial muy preciada en el verano. Bajo la plataforma, está mi taller de herramientas y el bote. A pocos metros y sobre el lago, el muelle.
Detengo mi auto frente a la entrada, por el rabillo del ojo veo al auto de ella bajo unos pinos al costado de la cabaña. Por la chimenea veo salir humo. Tomo mi abrigo, mi caña y mi bolso y desciendo apresurado. Abro la puerta y la veo. Está de espaldas frente a la cocina y totalmente desnuda salvo un por un pequeño delantal con un primoroso moño rosa en la cintura, me mira de reojo sobre su hombro y sonriendo me dice:
- ¡¡Los spaghettis al “frutti di mare” están listos!!
Sabe que estoy deleitando mi vista en su hermoso cuerpo y disfruta con la tortura que su aparente indiferencia me genera. Tiro mi equipaje sobre el piso y camino lentamente saboreando el momento. Al contacto con mis manos, noto que su piel se eriza y su cuerpo se estremece brevemente, sonrío, “esta igual de excitada que yo”. La abrazo por detrás y busco su rostro y su boca.
Me sonríe pícara, mira abajo a mi pantalón a punto de estallar y me dice:
- Este “joven” tendrá que esperar, la comida está lista.
Me siento a la mesa y comemos en silencio… los spaghettis están deliciosos, los pruebo pero se me ha ido el hambre. Tengo hambre solo de ella. La miro embelesado, un bocado, un sorbo de vino, un suspiro, una sonrisa, otro bocado, todo lento, lujurioso. No puedo despegar los ojos de ella, sus pechos se elevan y descienden bajo el delantal marcándolo con su excitación.
Ella tampoco termina su plato, con fingida seriedad me pregunta:
- ¿Que te gustaría de postre?
No soy joven pero tampoco un anciano. Me levanto y camino alrededor de la mesa, la levanto en brazos y la llevo hasta la alfombra frente a la chimenea.
Al acariciar su cuerpo, noto que no soy el único que está listo. Su cuerpo tiembla al contacto de mis manos, sus ojos se cierran y su boca se entreabre. La ropa vuela al sillón. Los labios se buscan, las manos acarician cuerpos, y finalmente los cuerpos y las almas se unen y se completan en algo único y perfecto.
Una hora y dos cigarrillos después pregunto.
- ¿Quien empieza lavando?
Sara se hace la dormida, sonrío y cubro su cuerpo desnudo con mi abrigo, me levanto, me calzo los pantalones que por algún motivo fueron a parar detrás del sillón y me pongo a recoger la mesa y a lavar.
Un extraño zumbido se cuela por la ventana abierta de la cocina, no puedo identificarlo. Termino de lavar.
Sara se ha dormido, fumo un cigarrillo, mirándola con detenimiento. Pensar que nunca creí que volvería a amar y ahora, en el otoño de mi vida amo, pero es un amor imposible.
La levanto y semidormida se abraza a mi cuello, subo las escaleras con dificultad y agitado la recuesto sobre la cama. Me acuesto en silencio a su lado, apago la luz y de pronto siento una mano que busca mi cuerpo.
- ¿Otra vez? – pregunto.
Por toda respuesta obtengo un largo y cálido beso, mientras el cuerpo de ella se trepa sobre el mío.

La luz de la mañana se filtra por las rendijas de los postigos. Sara duerme placidamente con un brazo sobre mi pecho. Tratando de no despertarla la muevo con cuidado y me levanto.
El día está esplendido, el lago en calma. Preparo un jugo de naranja y unas tostadas cuando siento un ruido bajo el deck. Ya he tenido comadrejas y lobitos de río buscando refugio para tener sus crías bajo mi deck, pero estamos en otoño. No se con que puedo encontrarme, descuelgo la escopeta del abuelo de la pared, cargo un cartucho en cada caño y salgo por la puerta de la cocina. Al llegar bajo la plataforma noto un brazo que sobresale debajo del bote con la palma hacia arriba.
- ¡Sara!
Sara se asoma adormilada y semidesnuda por la ventana
- ¿Qué ocurre Andy?
- ¡Baja urgente con el botiquín de primeros auxilios!
- ¿Te ha ocurrido algo?
- ¡Sara, estoy bien, pero no me preguntes más y hazme caso!
El hombre mayor yace prácticamente inmóvil en el piso de tierra, su respiración apenas se nota, observo que su pie desnudo esta totalmente hinchado y gris, dos pequeños orificios negros supuran un líquido acuoso.
Sara llega con el botiquín y reprime un grito de miedo. El hombre parece muerto.
- ¡Rápido!, pásame el botiquín y búscame unas mantas.
Sara está paralizada, la sacudo para que reaccione, mientras intento medir los signos vitales del hombre. Sara se levanta y corre a la cabaña.
Mientras hurgo en el botiquín mentalmente repito “suero antiofídico, corticoide, jeringa descartable”. Felizmente tengo de todo, en estos parajes un buen botiquín puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
No se como desvestirlo, su extraña ropa gris no tiene botones ni cierres, o al menos yo no los encuentro. Busco su muslo y lo inyecto por encima de la ropa. Sara, todavía aterrada, llega con las mantas. Lo cubro con una de ellas y le digo:
- Ayúdame, vamos a llevarlo hasta el sillón, creo que lo ha mordido una víbora, no se si llegamos tarde.

El hombre respira con dificultad sobre el sillón, su talla es alta y delgada, obviamente ha perdido el conocimiento, ya es tarde para practicarle un tajo para sangrar el veneno, aplicarle un torniquete, o trasladarlo hasta el hospital mas cercano, lo se porque soy médico. El veneno ya esta en su torrente sanguíneo, el desenlace se producirá en las próximas horas. Sara trae leña para avivar el fuego y calentar aún más la habitación, mientras yo le coloco paños de agua fría en su frente. Su rostro es extraño, pertenece a una raza que ubico entre árabe y turca, su cabello gris rizado, su nariz grande y recta y su frente amplia me recuerdan a aquellas figuras de la antigüedad mesopotámica.
Los minutos transcurren lentamente, la respiración se apacigua, sus signos vitales mejoran, el hombre murmura cosas ininteligibles, una palabra se repite “eduhanna, eduhanna”… extrañas imágenes se me forman en la mente. Miro a Sara, me doy cuenta que está “viendo” lo mismo que yo, un rostro de mujer se repite con frecuencia. Finalmente entreabre los ojos por un instante, y cae dormido en un profundo sopor. Las imágenes se desvanecen.
Sara me mira consternada.
- ¿Vistes las imágenes?, ¿Qué fue eso?, ¿Quien es?, ¿Qué hacemos?, ¿Observaste sus ropas?, ¿De donde viene?, ¿Qué idioma habla?.
Sus preguntas son las mías, y no tengo las respuestas. Trato de serenarla y le propongo que desayunemos en la mesa al costado del sillón. Masticamos absortos unas tostadas. Más sereno empiezo a atar cabos. El comentario de los policías, la luz púrpura, el zumbido… el vello de la nuca se me eriza.
Una voz en mi mente me dice:
- Estén tranquilos no soy una amenaza para ustedes.
Sara sobresaltada tira un tenedor al piso. Giro mi vista y veo al hombre despierto, con su vista clavada en nosotros.
- ¿Quien eres? – le pregunto temeroso
- Mi nombre es Sargon.
Apenas escucho su voz, pero la respuesta suena clara en mi cabeza, Sara se cubre la boca para reprimir un grito. Tomo coraje y pregunto:
- Si, pero ¿Que eres?
Una sonrisa mezclada con sufrimiento físico se dibuja en su cara.
- ¿Puedo tomar agua?
Me levanto temblando, lleno un vaso con agua, y se lo extiendo. Apenas logra tomarlo con sus manos. Tomo el vaso nuevamente y lo incorporo ligeramente en el sillón, sostengo su cabeza y le doy de beber lentamente. Una sonrisa se forma en sus labios, me mira y escucho.
- Gracias.
Sara se sienta a mi lado sobre la mesita del living y toma mi mano.
- Volviendo a la pregunta soy biológicamente humano pero no vivo en este planeta, aunque mis ancestros provienen de aquí.
La voz interior es acompañada por imágenes, miro a Sara y ella asiente confirmándome que experimenta lo mismo.
- Si, tienen paciencia les contaré mi historia.
Con Sara asentimos en silencio.
- Hace casi ocho mil años de los vuestros, existía una aldea sobre el río que ustedes llaman Eufrates que se llamaba Ur. Mis ancestros, eran labriegos, y cazadores, apenas habíamos logrado producir algunas herramientas de piedra, algunos mínimos avances en la alfarería gracias a la cocción del barro en las orillas del río, y nos cubríamos del frío con pieles.
Nuestra relativa paz se veía a menudo interrumpida por las tribus vecinas que nos asaltaban por comida, o simplemente para satisfacer sus ansias de conquista. Hasta que una mañana los dioses descendieron del cielo.

Me acomodo, incomodo en mi improvisado asiento, la imagen que observo en mi mente es la de gigantescas naves espaciales flotando a metros de la aldea y sobre el fondo un río.
- Estos “dioses” no tardaron mucho en demostrar su condición humana, si, eran humanos, no solo en su apariencia, sino también en su carácter. A pesar de sus conocimientos científicos, artísticos y filosóficos, sufrían, reían, lloraban y también morían. Nunca entendimos de donde provenían, nuestros conocimientos de la astronomía para ese entonces eran muy limitados, pero nos quedo claro de que eran viajeros espaciales desde hacia muchísimos años.
El impacto cultural fue enorme. Ur, pasó de aldea a ciudad de artes y ciencias en menos de una centuria. Letras, música, pintura y escultura, arquitectura, medicina, astronomía, matemáticas, agronomía, así como nuevos oficios, todo florecía.
Vivimos casi trescientos años, absorbiendo la cultura de nuestros “dioses” que curiosamente nos explicaban que no eran tales, pero que si creían en un Dios supremo al que ellos veneraban. Todo era perfecto hasta la noche de la rebelión de los reyes.
Las ciudades vecinas recelaban de Ur, fundamentalmente Uruk, Lagash, Umma, Nippur, Marad y Babilonia. Estas ciudades y sus reyes, se habían beneficiado con los adelantos proporcionados por los dioses a Ur, no obstante un celo envenenado los carcomía, no entendían porque Ur era la ciudad elegida por los dioses.
Y una noche de verano asaltaron la ciudad.

Observo que intenta alcanzar el vaso con agua, el color de su rostro ha mejorado, lo ayudo a beber otro sorbo y me sonríe agradecido.
Las imágenes a continuación me producen rechazo y asco.
- Fue una masacre, la invasión fue rechazada a costa de muchísimas vidas humanas, hombres de Ur y dioses cayeron en la defensa de la ciudad.
Al amanecer los lamentos de los heridos, las aves de rapiña, las moscas, y el olor a muerte campeaba por los muros de la ciudad.
Los dioses sobrevivientes se reunieron en secreto y su líder se dirigió al rey de Ur, Mesanepada. La decisión era irreversible. Los dioses nos abandonaban. Las familias sobrevivientes de Ur se reunieron a su vez en concilio. El rey solicitó hablar con los dioses, si los dioses se van las familias de la ciudad quieren partir con ellos, ya que sin ellos, tarde o temprano Ur caerá bajo una nueva invasión y todo se perderá.
El líder se dirigió al rey.
“Si parten con nosotros, no será para vivir en nuestras colonias. Está visto que el choque cultural es muy grande, la única solución es que los transportemos a otro planeta y los ayudemos a radicarse. Su lealtad en la batalla será recompensada de esta forma”.
Las naves partieron cargadas con hombres, animales, semillas y peces con destino incierto, no sin antes someter a Ur a una inundación de proporciones gigantescas.


El ruido de una lancha se escucha cercano a la cabaña. El hombre me mira atemorizado.
- No es conveniente que se sepa de mi presencia, te ruego confíes en mí.
Asiento, y salgo de la casa dejando a Sara inquieta en compañía de Sargon. La lancha de la policía se aproxima a mi embarcadero.
- Hola Doctor, ¿todo bien?.
- Buen día oficial, claro, ¿por que no habría de estarlo?
El oficial se siente incomodo ante mi pregunta. Improvisa una respuesta poco comprometida.
- Ha habido quejas de algunos vecinos, luces, sonidos. En fin, no creo que sea nada, solo estoy verificando que todo este bien.
Le sonrío tranquilizadoramente. Señalando debajo del embarcadero le digo:
- Todo tranquilo, salvo esa vieja trucha, la he pescado ya unas cinco veces y todas las mañanas salta fuera del agua para provocarme.
El oficial mira al pez por unos segundos, luego me sonríe despidiéndose.
- Que tenga buen día doctor, cualquier cosa extraña que observe, por favor avísenos.
Lo saludo con la mano mientras la lancha se aleja y pienso “¿Un alienígena originario de Ur, será lo suficientemente extraño como para avisarle?”.
Al volver a la cabaña, encuentro a Sara preparando la comida, Sargon se ha incorporado y ensaya con cuidado unos breves pasos. La escena es surrealista. Trato de ayudarlo a mantenerse en pie, pero aún esta muy cansado, es cerca del mediodía. Lo ayudo a sentarse en una silla del comedor. Sargon continúa.

- ¿Conocen Alfa centauro?.
Gastándole una broma le digo – no personalmente…
El hombre sonríe y continúa.
- Alfa centauro no es una estrella sino tres, dos grandes (Alfa Centauro A y Alfa Centauro B) y una mas pequeña (Alfa Centauro Próxima). Las dos mayores giran danzando alrededor de un eje imaginario y Próxima gira alrededor de las dos en una órbita sumamente elíptica. Lo que seguro desconocen es que, en una órbita prácticamente circular y alrededor de las dos estrellas principales gira nuestro planeta, Nueva Sumeria.
Allí, a las orillas de un mar de agua dulce descargamos nuestras arcas y con la ayuda de los dioses fundamos Ur de la Nueva Sumeria.
El planeta estaba totalmente deshabitado, o eso creíamos. Por años trabajamos con las máquinas de los dioses hasta construir una nueva “Ur”
Los dioses se reunieron nuevamente, nos anunciaron que se retiraban para siempre y nos hicieron prometer que nunca mas volveríamos a poblar la Tierra ni interferiríamos en su evolución. Esa promesa se mantuvo hasta hoy.


Sara interrumpe la conversación trayendo la comida. Sargon la inspecciona receloso. Esta vez me toca sorprenderlo. Tomo los cubiertos y trato de enseñarle su uso. Sargon, torpemente me imita con el ceño fruncido. Después de varios intentos logra llevarse a la boca un bocado y retoma la conversación.

- Luego de la partida de los dioses, nos organizamos para vivir en paz, hicimos un culto a las artes y las ciencias, el Dios de nuestros dioses estaba demasiado lejano para materializarlo en un culto. En menos de cuatro mil años dominamos el mar, el clima, el viento, las ciencias, las artes y los vuelos espaciales.
- ¡Wow! – Interrumpo – ¿Hace tres mil años que deambulan por el espacio?
- ¿Por que te sorprende?
- Porque nosotros hace tres mil años apenas estábamos dominando el bronce. ¿Como puede ser que evolucionaran tan rápido?
Sargon me mira detenidamente.
- Hay varias razones. La primera es que los dioses nos transmitieron conocimientos que ustedes tuvieron que redescubrir por su cuenta. La segunda es que todos estos años hemos avanzado porque hemos vivido en paz.
- Aquí en la tierra pensamos que los grandes adelantos los produjeron las guerras.
- Es una forma de ver las cosas, nosotros nunca retrocedimos.
Molesto respondo – nosotros tampoco.
- Creo que te equivocas, muchos conocimientos transmitidos por los dioses quedaron en la Tierra, las guerras los destruyeron, la historia de tu planeta es la historia de barbarie versus cultura y casi siempre ganó la barbarie destruyendo a culturas superiores. Sino explícame la historia de la biblioteca de Alejandría, explícame vuestra edad media, las guerras étnicas, religiosas. ¿Como es posible que en la historia antigua de tu mundo las pirámides eran los modelos de culto en Asia, África y America, y sin embargo la rueda no fue conocida en America hasta la conquista europea hace poco mas de quinientos años?.
- ¿Como sabes todo eso?, ¿Nos han estado espiando?
- Si
- ¿Y la promesa? - Pregunta Sara airada
- Fue cumplida hasta hoy, la promesa solo nos comprometía a no habitar la tierra ni a interferir en su historia.
Confieso que estoy molesto, muy molesto, me levanto de la mesa y camino alrededor de la cocina. Sara y Sargon me miran atentamente.
- ¿Y tú también vinisteis a espiarnos?
- No, en realidad, hace casi doscientos años que nadie de Nueva Sumeria viene por aquí.
- ¿Entonces?, ¿Qué haces aquí? – pregunto
- Nuestra especie esta en peligro de extinción. Yo soy su última esperanza.
- ¿Qué? ,¿Cómo?.
- Si tienen paciencia les contaré que nos ocurre.
Me siento nuevamente a la mesa.
- Hace casi quinientos años, nuestros adelantos tecnológicos, nos llevaron a un uso indiscriminado del agua. El agua como fuente de energía, no necesariamente cumple con los mismos requisitos del agua para el consumo humano. Baste decir que al convertir el agua en energía para nuestros motores y nuestras naves, no solo fuimos destruyendo un recurso valioso de nuestro planeta sino también pusimos el riesgo nuestras propias vidas. El maravilloso equilibrio ecológico fue roto, sin saberlo destruimos una bacteria que habitaba en nuestro mar y otra nueva bacteria, toxica para nuestro organismo, ocupó su lugar.
Solo un puñado de nosotros ha sobrevivido, nuestra ultima esperanza esta en la tierra.
- Y que necesitan de la tierra, ¿piensan volver a habitarla?
- No, romperíamos la promesa.
Sara responde sarcástica – creo que ya la han roto.
- Solo necesitamos dos litros de agua dulce de la tierra.
Esta vez me quedo mudo por unos segundos.
- ¿Me estás diciendo que la supervivencia de una raza tan avanzada tecnológicamente como la de ustedes, depende de dos litros de agua común? - digo señalando con mi brazo al lago.
Sargon baja la cabeza, y asiente.
- La vida de mi mujer, Eduhanna y la de mis hijos entre otros depende de “eso” que ustedes menosprecian.
Me quedo observándolo por un largo minuto. Sara toma un bidón vacío y baja a buscar agua al muelle, ella ya ha tomado una decisión.
Sargon está agotado, me sonríe con tristeza y me dice:
- Por este acto estaré condenado, he interferido con ustedes y robado agua de su planeta, he roto la promesa, pero nuestros científicos utilizaran las bacterias de vuestra agua para eliminar las bacterias toxicas de nuestro mar. Nuestra especie tendrá otra oportunidad.
Hace rato una idea se ha formado en mi mente. Sara llega con el bidón de agua y se lo entrega a Sargon. Yo intercepto el recipiente y le pregunto al hombre:
- Dime Sargon, que tan grande es tu nave?
Sara me mira curiosa – ¿Andy, que estas pensando?

La nave se eleva en la oscuridad de la noche, un niño del pueblo grita
- ¡Mira mamá!, ¡Otra vez la luz!

En su interior Sargon comanda el tablero. No ha roto la promesa, el agua no la lleva el, la llevamos nosotros, sus auténticos dueños, Sara y yo. Aparentemente no solo nuestros hermanos lejanos de Ur de la Nueva Sumeria tendrán otra oportunidad. También la tendremos Sara y yo.

- Sargon, ¿lo de las líneas de Nazca es obra de ustedes?
Sargon me sonríe.
- Todavía tenemos unos minutos antes de entrar en animación suspendida, si tienen paciencia les contaré la historia de las líneas de Nazca…

Texto agregado el 20-02-2012, y leído por 368 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
01-03-2012 Que increible y que lindo final.Pense que era un Don Juan alienigena que se llevaria a Sara. pantera1
21-02-2012 Muy buena historia, Salvar una raza, salvar un amor , estupendo, con un viaje incluido a otras galaxias, me encantó =D mis cariños dulce-quimera
21-02-2012 Caramba, me llevaste a otro lado!!! Estaba feliz aunque algo ruborizada jejeeee...Bueno, ya nos contarás cómo sigue esto. ***** MujerDiosa
21-02-2012 Cómo carajo no fui yo un habitante de Ur? grrrrr, es maravillosa tu historia, felicidades****** jagomez
21-02-2012 Si , si. Muy Erik Vhon Daneken, pero bueno petatiux
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