Ella estaba sentada en un banco de la plaza y miraba su reloj cada dos o tres minutos, estaba nublado, parecía que en cualquier momento iba a llover, se veía preocupada, vestía un abrigo ancho negro, y unos pantalones de tela negros también, su pelo estaba tomado, su tez era blanca, sus labios rojos estaban amoratados del frío. Llegará en cualquier momento se decía y trataba de pensar qué le diría, cómo empezaría a contarle todo, todo lo que le estaba pasando. Fue sólo una vez, jamás pensó que podría sucederle a ella, tantas veces juzgó a quiénes habían estado en esa situación, pero en ese momento no pensó en nada, estaba tan enojada, necesitaba a alguien que la consolara y él estaba a la mano, él parecía tan confiable, tan dulce y tierno que le hizo olvidar sus problemas, le hizo pensar que todo estaría bien y que no podía sucederle nada mientras estuviera a su lado.
Así sucedió, ella se quedó esa noche en casa de él, entre lágrimas y sueño comenzó a acariciarlo, el respondió tímidamente a esas caricias y así amanecieron desnudos y abrazados, después de eso no se volvieron a ver, ni a hablar, hasta que ella le llamó por teléfono y pidió verlo, estaba desesperada, tenía cinco días de atraso y jamás le habría ocurrido algo así antes.
Él no llegaba, ella se paró, caminó unos pasos hacia adelante, se dio una vuelta y regresó al banco, pensó en volver a sentarse pero antes de hacerlo sintió una mano en su hombro, se dio vuelta y lo vio. Necesitaba que él la abrazara, que la hiciera sentir como la última vez que se vieron pero a cambio de eso escuchó un Hola frío y distante, ella apenas pudo balbucear un hola, ¿Qué pasa? preguntó él, su voz se escuchaba con un dejo de molestia, ella rompió a llorar y en ese momento comenzó a llover, ¿Qué pasa? insistió él, ella comenzó diciendo ¿recuerdas la última vez que nos vimos? bueno... lo que quiero decirte es que estoy embarazada o por lo menos... eso es lo que creo. Él respondió: pero cómo, es imposible, no puede ser, ¿estas segura?. Ella dijo: bueno... tengo cinco días de atraso y no me había pasado nunca algo así... su voz se escuchaba entrecortada por el llanto, sus ojos inundados se fijaron en él, como buscando una solución, él se tomó la cara y dijo: debes hacerte un examen... y se fue.
Ella caminó bajo la lluvia mucho rato, pensaba en qué les diría a sus padres, a sus amigos, a su novio, pensaba en qué podía hacer para evitar esa vergüenza. Llegó así hasta una farmacia, estaba empapada. Tanto que llamaba la atención, su pelo ahora suelto goteaba, sus ojos estaban rojos de tanto llorar compró un test de embarazo y el que se lo vendió le dijo "conozco a un médico", le entregó un papel con un número de teléfono y una dirección. Ella pensó "sería tan fácil como llamar por teléfono..." llegó a su casa, por suerte no había nadie para hacerle preguntas. Se encerró en el baño y comenzó a hacer la prueba, una línea azul comenzó a aparecer, positivo pensó ella. Lo llamó pero su teléfono estaba apagado, comenzó a cambiarse de ropa, y mientras lo hacía no paraba de llorar. Volvió a intentar llamarlo entonces él contestó, ella dijo positivo, él respondió "eso no es mi problema" y colgó.
Ella se quedó sola, mirando la lluvia a través de la ventana.

Tamara Márquez Lemp