La luna brillaba majestuosa en todo su esplendor en lo alto del cielo la noche que Miguel agradecía el llamado tan insistente que había escuchado dentro de su cabeza en los últimos meses; sus amigos del trabajo no alcanzaban a comprender del todo la razón de su viaje tan imprevisto, algunos incluso se ofrecieron a acompañarlo; más que nada por que veían la oportunidad de un viaje entre amigos en el que podrían llevar grandes cantidades de alcohol y relajarse por un fin de semana; no obstante lo que él quería, era alejarse de todos, de estar solo, de contestar al llamado que cada día sonaba con mayor fuerza dentro de su cabeza, un llamado un tanto inteligible, pero dentro de sí, sabía que era de vital importancia responder.
Fue así que un día de abril, apenas despertó avisó a su trabajo que no iría a trabajar, reportándose enfermo, corrió a casa de su tío a recoger una anticuada tienda de campaña a la cual le faltaban algunas estacas, tomó un taxi de regreso a su casa para empaca r una muda de ropa, unas latas de atún y botellas de agua.
Fue así como partió hacia la terminal de autobuses para dirigirse rumbo a Tepoztlán. Inconscientemente al salir llevó cargando a su gata “Rosquilla” para dejarla en libertad, como si fuera un augurio de que se marchaba para no regresar.
Al llegar a aquel lugar turístico se registró pagó su cuota y se dispuso a armar la desvencijada tienda de campaña donde pasaría la noche, no iba a lograr anclarla al suelo correctamente debido a las piezas faltantes, el mosquitero estaba rasgado en más de un lugar. Con demasiada torpeza logró hacer que se mantuviera en pie maldiciendo su falta de previsión para pedirle a su tío una demostración de como armarla; cuatro horas y media después lucía como un lugar decente para pasar la noche.
El sol decaía ocultándose detrás de unos cerros llenos de leyendas pintando el cielo de colores anaranjados oscureciéndose después a tonos morados hasta llegar a la oscuridad total de la noche.
Miguel pensó que al llegar al lugar tendría más claro el mensaje que dentro de sí venía repitiéndose en su cabeza pero nada, solo escuchaba al viento paseando juguetón por entre las copas de los árboles, alguna que otra lechuza y muy a lo lejos las risas de otro grupo de campistas absortos en sus actividades.
Harto de seguir esperando algún tipo de epifanía divina se dispuso a encender una fogata, afortunadamente había comprado una yesca extremadamente fácil de encender y ayudado por un poco de gasolina; una vez completada la faena se recostó en la hierba a observar el cielo estrellado y a tratar de reconocer las constelaciones; al ver que no conocía ninguna se dispuso a inventar algunas que serían suyas nada más, descubrió la constelación del pingüino, el ratón de computadora, una botella de agua celestial y otras figuras en el firmamento; después de algunas horas de estar observando el cielo nocturno empezó a dejar de ver las estrellas como pequeños puntos en el firmamento, al fijar la vista en una de ellas sentía que entendía su brillo, las explosiones que emitía constantes y que le daban su luminosidad, incluso sentía su antigüedad, su historia, las concebía como parte de si mismo, mirando una estrella diminuta no pudo evitar derramar una lágrima pues entendió que ese brillo que el observaba le llegaba con años luz de retraso, que esa estrella en particular había dejado de existir tiempo atrás, su conocimiento y empatía estelar viajaban más rápido que la luz, era uno solo con esa estrella que miraba, poco a poco comenzaron a desaparecer los cuerpos, los árboles, los sonidos que los acompañaban, el pasto sobre el cual estaba acostado desapareció también, se elevaba a increíble velocidad viendo como danzaban las galaxias en su eterna danza universal, ya no volaba, corría libre observando estrellas arriba y abajo de él, corrió más deprisa,, el hacia el hueco que dejó su estrella que miró apenas minutos atrás, o tal vez milenios atrás, con una lágrima en los ojos se encogió sobre si mismo y tomó su lugar en el espacio.
A la mañana siguiente unos campistas pasaron sin fijarse en una maltrecha tienda de campaña que no fue fijada al piso, una hoguera apagada, y cerca de la hoguera, un lugar que parecía quemado, solo había rastros de polvo estelar. |