UNA PALABRA
El asiento es cómodo, se reclina bastante, creo que podré dormir. La bodega del bus se va llenando de valijas. Los pasajeros se van acomodando, sus caras trasuntan ansiedad y expectativa, en toda partida siempre ocurre eso. El rostro de Ceci atraviesa mi mente, ocho años juntos, la espuma del amor desapareció. Laura, al final de este viaje está Laura. La boca y los ojos de Ceci se superponen, me mira con la boca, me besa con los ojos, pero ésa es una Ceci que ya no existe, es la Ceci de hace mucho tiempo, de cuando mis ríos confluían en su cuerpo. Ceci se queda aquí, en Córdoba, Laura me espera en Palermo. Sí, el asiento es confortable. Abro el bolsito y saco el walkman. El bus abandona la plataforma, se aleja de la terminal, la vida va saliendo de un punto de encaje y se encamina hacia otro. Se acallan las despedidas en el andén. Las luces de la ciudad, los bares y las motos van pasando por la ventanilla como una película. El Arco, Ferreyra, Toledo, Laguna Larga. Y de pronto ahí está la luna, flotando sobre los sembradíos, parece el ojo de un dios frío. La luna observa al mundo, a Palermo, a Ceci, a mí. Me pongo los auriculares, suena la voz de Fredy Mercury. Y aquí vamos todos viajando : mis ocho años con Ceci, estos pasajeros, el día que conocí a Laura en Carlos Paz, mi incertidumbre. Acabamos de pasar Villa María. Me meto un caramelo en la boca. Bell Ville va quedando atrás. Tengo ganas de fumar. La luna continúa ahí fuera, en lo alto.
Cierro los ojos, me hundo en una pastosidad oscura. Voy caminando por una calle desolada, es la hora de la siesta, hace mucho calor. Paso cerca de un árbol y escucho que alguien me chista. Levanto la mirada, ahí está Spinetta encaramado sobre una de las ramas.
- Esperá – me dice
- ¿Qué hacés ahí? – le pregunto con naturalidad, como si fuera un amigo de toda la vida.
- Esperá.- insiste. – Quiero decirte algo.- agrega.
- ¿Por qué estás ahí?
- Eso no importa. Lo que importa es que quiero decirte algo, pero no sé qué… Hace un rato me acordaba, ahora me olvidé.
- ¿Estás seguro de que vos sos el flaco?
- Claro, boludo, ¿quién voy a ser?... Esperá, no hablés, porque sino, no me dejás recordar la palabra que tenía para decirte.-
Abro los ojos, me duele un poco el cuello, la luna ya no está en la ventanilla, ahora debe estar sobre el techo del bus. Me saco los auriculares, estaba sonando David Bowie. Tengo la boca seca, camino hasta el dispenser y bebo agua. Vuelvo a mi asiento. Varios pasajeros roncan, otros ven una película, miro mi reloj : las dos de la mañana. Me siento y Ceci otra vez revolotea mi mente, es como un pájaro al cual un vendaval le destruyó el nido. Me esfuerzo para que su imagen desaparezca, me propongo concentrarme en Laura. Pienso en sus piernas, en sus ojos verdes, en su perfume que es como el de una selva. Tomo el celular y le envío un mensaje : Estoy en camino. Dos minutos después me responde : Te espero ansiosa y mojada de tanto pensar en vos. Apago el celular y siento como si un torrente de lava bajara desde mi corazón hasta los testículos. Trato de aquietar la excitación. Me acuerdo de que cuando conocí a Ceci sentía esta misma especie de fuego azulado. ¿Será que cada cambio se produce para que todo continúe igual? ¿Será que Laura algún día será como Ceci hoy? ¡Uy! ¡No puede ser! No puede ser que la historia siempre se repita. Allá lejos, en algún rincón de mi mente, me dan ganas de volver a Córdoba. ¡Pero no! ¡No puede ser! Esta angustia minúscula no puede comerse mi felicidad, no puede borrar las piernas y los pechos de Laura. Enciendo el walkman, escucho a Cyndi Laupers y reclino otra vez la butaca. Cierro los ojos, miles de imágenes amorfas desfilan ante mí : Cecilia con forma de luna, el Arco de Córdoba como si fuera la cabeza de uno de los pasajeros, al final una puerta se abre y entro en la cocina de mi casa, ahí está Spinetta sentado junto a la mesa, toma mate.
- Che, quiero decirte una palabra.-
Ahora estamos en una plaza de Bell Ville. Es de noche.
- Bueno, decime la palabra.-
- Otra vez me olvidé… Se me vienen miles de palabras a la cabeza, menos la que quiero decirte. Cada vez que parece que me voy a acordar, aparece otra : “elementales leches”, “las uvas viejas de un amor en el placar”, “ella también se cansó de este sol”, “cansado de gritar por Cris”… Se me vienen un montón de frases, menos esa palabra…
Todo se pone oscuro y silencioso. Entro en una nada profunda. Oscuridad y silencio. Entro en un absoluto descanso. Un silencio oscuro, una oscuridad silenciosa. Entro en una vacuidad quieta, en una ausencia de referencias, en una….
Abro los ojos y me quito los auriculares. Semidormido observo por la ventanilla. Ahí está Buenos Aires : gente yendo a trabajar, coches apresurados, colectivos atestados, trenes. Algo me jala hacia mi interior, me duermo. Ahora voy caminando junto a Luis Alberto por avenida de Mayo. Su cuerpo es translúcido. Nos detenemos. Me mira llorando.
- Me acordé de la palabra.-
Me la dice y luego desaparece.
Despierto otra vez. Ya estoy en Retiro. A pesar de la modorra desciendo rápido del bus. Extraigo mi equipaje de la bodega. Me dirijo al sector de boleterías corriendo. Compro un pasaje a Córdoba. Me siento en un bar y pido un café. Pienso en Cecilia y en Laura. Los ojos se me llenan de lágrimas al darme cuenta de lo confundido que estoy. La palabra que me dijo el flaco vuelve a sonar en mi cabeza. El bus hacia Córdoba parte en media hora.
UNA PALABRA
Por Sergio Heredia ( Febrero/2012 )
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