EN MIS MANOS
Me dijiste que todo estaba en mis manos. En un primer momento lo acepté, pero después me di cuenta de que no todo lo estaba, mis manos no estaban en mis manos, ellas estaban en los brazos, y a su vez, éstos salían de mis hombros, los cuales se desprendían del tronco que al mismo tiempo era sostenido por las piernas, miembros que, en tanto, se apoyaban en mis pies, y éstos en el suelo, suelo que estaba ligado a toda la Tierra, la cual giraba en la Vía Láctea, y más allá, y más allá todavía, hasta el confín del universo, sitio éste, en el que podría decirse que mis manos ya no existían.
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